30.11.12

El chocho y el coño

La diferencia entre "Me duele el chocho" y "El coño huele a coño" es la que hay, aunque tú no lo sepas, entre un evanescente reality show seudopornográfico y una profunda reflexión sociocultural. Lo que separa a un chocho dolorido de un oloroso coño son, aunque no lo parezca a primera vista, cientos de páginas de lectura, miles de horas de estudio, decenas de miles de horas de escritura. La distancia que hay entre un vulgar chocho capitalino y un desprejuiciado coño maño es la que necesitaría recorrer una adolescente arrabalera hasta alcanzar la dignidad humana de una de las periodistas más valientes del panorama nacional. El chocho de una impúdica pelandusca que malgasta el día revolcándose —cámara mediante— para regocijo de los espectadores del (pen)último engendro televisivo, viene a ser la quintaesencia audiovisual de la decadencia moral y cultural de esa que (hasta ahora) nos habían vendido como la generación mejor preparada de nuestra historia. El coño de Cristina Fallarás –con perdón— representa la ejemplar rebeldía del joven (aunque sobradamente preparado) periodismo español y su anarcoide libertad de expresión; esos que tratan de desembarazarse a marchas forzadas de la vampírica Cultura de la Transición y su pacata autocensura. No es lo mismo confesar que te pica el chocho, en medio de un volteo televisado y al tiempo que te preguntas si todos los condones llevan látex, que publicar un artículo sobre violencia de género en la revolucionaria sección cultural de un flamante diario online bajo un título provocador. No es lo mismo, en fin, ser destinatario de una (supuestamente graciosa) dedicatoria de los Mojinos Escozíos que ser glorificado por Juan Manuel de Prada en un (delicioso) opúsculo de ecos ramonianos. No sé si me explico, pero no es lo mismo, como diría mi abuelo, tuberculosis... que verte el culo.

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