30.3.13

No puedo cantar ni quiero

Agnóstico a fuer de lecturas y ateo por la gracia de Dios —como Buñuel—, cada vez me resulta más ininteligible el maltrato con el que el altísimo despacha la Semana Santa española. Y en materia divina no caben medias tintas: o el magno hacedor del universo no existe o maldita la gracia que le hace que los humanos nos regodeemos en el sufrido vía crucis de su unigénito entre golpes de pecho; porque no debe ser producto de la casualidad que cada año, por estas fechas, se desencadene el diluvio universal sobre nuestros machadianos "páramos de asceta", con la consiguiente frustración de una enfurecida masa folclórica que ve abortadas así sus ansias de procesionar la nada bajo palio. Como Serrat, yo tampoco "puedo cantar ni quiero / a ese Jesús del madero"; por eso, tradicionalmente dedico estos días de pasión y recogimiento a elaborar rudimentarias teorías acerca de la (in)existencia divina, que no ambicionan trascender más allá de la puerta de mi casa. La última, confeccionada con frescos retales periodísticos, se desarrolla más o menos como sigue: si el decimocuarto salmo se atreve a insultar la inteligencia más roma ("Piensa el necio: no hay Dios"), han de saber los creyentes que todavía son mayoría porque, gozando de diez mil religiones entre las que escoger, malo sería que no hallaran entre ellas alguna divinidad a la que ponerle una vela; pero han de saber igualmente que los descreídos superamos ya los mil cien millones —la sexta parte del planeta—, lo que nos convierte, de facto, en la tercera religión; una (anti)creencia a la que se suman en desbandada antiguos fieles y vocaciones perdidas del catolicismo que dan la razón a Chesterton: "Desde que los hombres han dejado de creer en Dios no es que no crean en nada, es que se lo creen todo"; incluso que las semanas santas pasadas por agua son producto del azar.

28.3.13

De chantas, chorros y chusmas

España es un país de chantas, chorros y chusmas que no sabe que lo es porque maneja regular el chamullo lunfardo. Pero lo cierto es que el país que exportó la picaresca a las provincias ultramarinas del imperio en el que nunca se ponía el sol ha devenido en un mal ejemplo para esos hijos putativos que todavía se acuerdan (para bien) de su madre patria. Nos hemos pasado décadas afeando la conducta a nuestros hermanos de allende los mares y ahora no tenemos más remedio que tomarlas donde antaño las dimos: de un tiempo a esta parte, los diarios del otro lado del charco llegan reventones de cuchufletas sobre el rutinario cambalache de los gánsteres de nuestro particular Chicago, siglo XXI. Recreándose en la jerigonza rioplatense, los argentinos no esconden su asombro ante la (pen)última licencia que nos hemos tomado para con ellos: afanarles el pan de sus hijos sobre el terreno. Porque en eso están desde hace años algunos de los extesoreros del Partido Popular, esos cuatro angelitos que guardaron las cuatro esquinitas del colchón de esconder los dineros peperos durante tres décadas. Los nietos de Evita asisten pasmados a este "escándalo de coimas" en el que todos los millonarios administradores del partido gobernante (Sanchís, Naseiro, Lapuerta y Bárcenas) han sido imputados por meter mano a la caja de caudales, en lo que va camino de concretarse como un tinglado montado exclusivamente para perpetuar los pingües privilegios heredados del (Antiguo) Régimen. Con todo, el último de los contables genoveses señalado por la justicia (Sanchís), limonero terrateniente en la macrofinca peronista, aún lamenta su mala estampa: "Jamás volvería a entrar en la política, porque a mí me costó muchos millones de pesetas de la época y lo único que me ha traído son disgustos". Palabra de chanta, de chorro, de chusma.

26.3.13

La navajita plateá

Se puede cantar al son del flamenco psicodélico de Los Planetas ("Se ha reunido un comité de expertos / y ha decidido que se acabó lo nuestro") o contar deslastrado de zarandajas diplomáticas, como hacía Marc Vidal en la previa: "Hay un grupo de inútiles reunidos pensando en cómo nos cobran su ineficiencia sin que parezca improvisado"; pero al margen del soniquete elegido para envolver el relato de los acontecimientos, lo incontrovertible de la charlotada perpetrada por la troika contra Chipre es que se trata de un nuevo atraco de la Europa consentida a los bolsillos de sus súbditos más débiles; y ya van unos cuantos. Alemania continúa marcando el paso de la (des)unión europea y quienes (mal)vivimos sometidos a sus vaivenes emocionales estamos ya empachados de tanto chalaneo. Los germanos se dan el lujo de adoctrinar a sus convecinos en materia de elementalidad pero callan como putas cuando la vergüenza les araña. Se va a cumplir ahora el primer aniversario de una anécdota que no me dejará mentir: el Real Madrid se medía al Bayern Múnich en el Allianz Arena, en la ida de las semifinales championsligueras; en los prolegómenos del choque, los amigos de lo ajeno afanaron las botas, camisetas y medias de Ronaldo, Özil y Benzema; pero el robo no mereció más que minúsculos despieces en la prensa de segunda división. Imaginemos ahora qué habría sucedido si el pillaje hubiera tenido lugar en suelo español: como poco, habría sido premiado con el escarnio de los amplificadores morales teutones y la risita condescendiente de sus acérrimos partidarios. Así se escribe la Historia. Sin embargo hoy, con la ortodoxia chipriota recién afeitada a punta de rescate alemán, el lacio Rajoy no ha resistido la tentación de poner sus barbas a remojo, mientras la navajita plateá del corralito reluce allá en las alturas sajonas.

24.3.13

El cuento de nunca acabar

Lo recuerda Fernando Savater cada vez que se le presenta la ocasión: "La diferencia entre dictadura y democracia es que en la democracia es político todo el mundo"; pero a una casta tradicionalmente intolerante como la diestra le cuesta horrores asumirlo. Los gerifaltes populares parecen soliviantados estos días porque tienen a la ciudadanía knockin' on PP's door para devolverles sus esperpénticas estampas reflejadas en los deformados espejos de la nefanda realidad; y se ve que la imagen no es de su agrado. Por la calle anda suelto el escrache, esa marrullería lunfarda y arrabalera que los argentinos se sacaron de la manga para ponerle la cara colorada a sus cóndores domésticos, aquellos que se divirtieron jugando al escondite con indefensos seres humanos durante la abominable dictadura militar. Aquí y ahora, los afectados por la hipoteca han adoptado como propia esa democrática táctica de rebeldía plantándole cara a quienes diariamente se chotean en la nuestra; y, como era previsible, la casta acorralada se ha defendido destapando su caja de los miedos: el Gobierno ha advertido muy seriamente que el escrache no es un derecho, pero enfrente tiene a un pueblo sin expectativas que lo último que aceptaría en esta tesitura sería que le recortaran también el derecho al pataleo. Equivocadamente, se están teniendo más en cuenta los tumultos y desórdenes ocurridos que los buenos ejemplos que producen —algo que ya denunciaba Maquiavelo cinco siglos atrás en uno de sus discursos—, y así no hay avance posible. Pero esta vez los opresores deberían andarse con ojo: la resiliencia nacional está al límite y una hipotética fractura social podría provocar una reacción tremendista. "Vamos a la violencia, de cabeza", advierte un articulista poco dado a las soflamas apocalípticas; aunque nada sería más dañino para España que una nueva reedición del cuento de nunca acabar.

22.3.13

La mala educación

Tiene escrito Umbral en alguno de sus autorretratos iniciáticos que "la cultura es un tiempo a salvo", pero a los españoles nos va la marcha y preferimos lanzarnos desde párvulos a la aventura del (no) saber, que se nos antoja mucho más trepidante. La mala educación celtíbera no es una exorcizante película de Almodóvar, como alguno pudiera pensar, sino el rasgo prototípico de la idiosincrasia española, que viene de lejos. Pero la burda maniobra de la Comunidad de Madrid filtrando a la prensa casi dos años después los lamentables resultados de las pruebas de acceso a su cuerpo de maestros no hace honor a nuestra historia: ese 86% de suspensos entre los aspirantes a examinadores nos sabe a poco, pues la antología del disparate regalada por los examinandos (y dosificada por los papeles estos días) evoca al popular maestro Ciruela, "que no sabía leer y puso escuela". ¿Será posible que un docente desconozca por qué provincias se deja caer el Ebro hasta dar a la mar, que es el morir? Parece que sí, y, por las reacciones suscitadas entre nuestros (seudo)enciclopedistas contemporáneos, el perdón se pagará caro: en la última semana hemos vislumbrado un espejismo mediático en el que Montesquieu desbarraba por escrito en un cospiranoico diario madrileño y Diderot picafloreaba vociferando de tertulia en tertulia mientras Rousseau sermoneaba desde la radio de los obispos; hasta que hemos caído en la cuenta de que esos presuntos ilustrados son hijos de la (in)cultura general (des)aprendida en la fascistoide Enciclopedia Álvarez que no acaparan más conocimiento que el justo para llegar al final del día. Así que se admiten valientes: "Unas gafas cuestan 185 euros más que la funda. Gafas y fundas cuestan 235 euros. ¿Cuánto cuestan las gafas?". Los aspirantes a examinadores madrileños no pasaron este examen. ¿Lo pasarían los examinadores de los examinadores? ¿Y los (seudo)enciclopedistas? ¿Y tú? ¿Y yo?

20.3.13

Por los siglos de los siglos

Los meapilas de nuestro Gobierno la titularon, en un alarde de gazmoñería y derroche de mayúsculas, como "Misa Solemne de Inicio del Ministerio como Pastor Supremo de la Iglesia Universal de Su Santidad Francisco" pero a mí me pareció, con perdón de los concernidos, un desatino más de la secta (ultra)católica, (hiper)apostólica y (super)romana; uno de los tantos gaudeamus que se pegan los globalizados santurrones de postal a costa del fiel contribuyente al amparo de ese hiperbólico oxímoron que estos días cotiza al alza: la Iglesia de los pobres. Por la Santa Sede desfilaron, de un luto tan riguroso que al principio me puse en lo peor, el cuñado de Urdangarín, un triunvirato de beatos ministros y el desubicado Rajoy, que esta vez agachó la testuz más de lo acostumbrado para rendir pleitesía al nuevo Papa. En verdad, lo que a nuestros mandamases les cautiva de Georgium Marium Bergoglio, alias Franciscum —como le llama L'Osservatore Romano—, es que sea uno de los suyos, o sea, que hable español, virtud mediante la cual quedan difuminadas sus archiconocidas carencias políglotas. Pero lo que importa lo están investigando estos días con ridículo ahínco los medios: el Papa argentino también tiene pasado; y más bien oscuro, por no desmerecer frente a sus antecesores en la (intra)historia vaticana, cuyo retrato robot vendría a ser un híbrido nacido del ayuntamiento entre el Marqués de Sade, don Vito Corleone y Alí Babá con la virgen de turno, que para eso está. Como quiera que sea, y a sabiendas de que el pingüe (y tenebroso) tinglado católico se extenderá por los siglos de los siglos, los descreídos nos consolamos con la única prensa honesta que va quedando (El Jueves), que una vez más pone voz a nuestros pensamientos desde su portada: "Nos importa una mierda quién es el nuevo Papa… Y ahora, ¿podemos seguir hablando de cosas serias?".

18.3.13

Nasíos pa torturá

Nos coscamos con ocho años de retraso de las fechorías de nuestros perros de la guerra en Iraq pero la vergüenza ajena no acierta a sobreponerse al carácter retroactivo del asunto. La culpa del bochorno colectivo la tiene El País, que ha publicado ahora (aunque parece que tuvo conocimiento del desbarre en su momento) un vídeo en el que una piara de hijos bastardos de nuestra patria una, grande y ja, ja, ja, evidencia que, antes que nasíos pa matá —como los ilustrados reclutas de las Historias de la puta mili de Ivà—, ellos vinieron al mundo pa torturá. En la peliculita de marras, los lejías hispánicos se lo pasan pipa moliendo a palos a un par de prisioneros mesopotámicos hasta dejarlos sin habla: puestos de testiculina hasta las cejas, los mercenarios que guerrean por Dios, por la patria y por su majestad (de ellos), airean sin complejos las vergüenzas de ese microcosmos marcial tan ajeno (pero tan dañino) para los hombres de buena voluntad. Así, con esta doméstica hazaña, es como vamos a celebrar de puertas adentro el décimo aniversario de la infamia en la que nos vimos envueltos por las falacias del vigoréxico Aznar y el shakespeariano Trillo: aliados con los halcones de las Azores, nos embarcaron en una desproporcionada guerra tomándose a la tremenda el histórico galimatías con el que el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, justificó lo de las armas de destrucción masiva: "Hay cosas que sabemos que sabemos. También sabemos que desconocemos cosas, es decir, sabemos que hay ciertas cosas que no sabemos. Pero también hay cosas que desconocemos que desconocemos, aquellas que no sabemos que no sabemos". Sea. La guerra y la molienda. Pero atiéndanse mis razones: si todos estos son los preciados cachorros de la madre patria, a mí que me desteten de la camada.

16.3.13

Un ambicioso plan

'Al revés te lo digo para que me entiendas'; esa fue la cantinela que escuché en boca de mis mayores durante años para ironizar sobre el escaso parecido entre la embrollada realidad del renacer democrático y las crónicas publicadas por quienes tenían su voz y su palabra (auto)secuestradas por espurios conflictos de intereses. La cantinela se fue apagando a medida que yo iba creciendo (y mis mayores se iban extinguiendo) pero aquella inmoralidad se mantiene intacta en el relato colectivo del presente, pues la indecencia de los (des)informadores no ha menguado ni un ápice. Así, sucede que abre uno el periódico dominical y se topa con un abracadabrante titular, "Vivir por debajo de nuestras posibilidades", y una no menos desconcertante tesis, defendida en el artículo subsiguiente por Joaquín Estefanía, que sintetiza datos del flamante Informe sobre la Desigualdad en España elaborado por la Fundación Alternativas: "En la etapa previa a la crisis no se aprovechó la capacidad política para aproximar el gasto social al nivel existente en los países europeos más poderosos y reducir así las brechas ciudadanas, […] en contra de lo que mil veces se ha repetido como un mantra falso, en el ámbito de la protección social lo que hicimos fue 'vivir por debajo de nuestras posibilidades". Y no es por darme el pisto, pero ya me barruntaba yo que nos seguían diciendo las cosas al revés cuando, en cuestión de días, había tenido que tragarme que "cada año hay más ricos… y son más ricos" (Carlos Elordi) aunque "la pobreza se ha hecho simultáneamente más intensa (más pobreza) y más extensa (afecta a más personas)" (Estefanía). O sea que, como sospechábamos, aquí los únicos que viven por encima de sus posibilidades son los que tienen posibilidades. Los demás nos conformamos con seguir el consejo cantado por Nacho Vegas: trazar un ambicioso plan, consistente en sobrevivir.

14.3.13

Sombra aquí, sombra allá

En la última sesión parlamentaria de (des)control, Rubalcaba hizo notar a Rajoy que el déficit cacareado por su Gobierno "tiene una capa de maquillaje de este tamaño" y, aunque por escrito cueste hacerse una idea, su gesto insinuaba que el grosor de la referida capa podría llegar, sin exagerar, desde la madrileña carrera de San Jerónimo hasta Pernambuco. Por eso al presidente, que en la víspera había pecado de optimista dando por superada "la enorme crisis financiera y de deuda pública", no le quedó más remedio que salir por peteneras, one more time. La culpa la tiene el fanfarrón Montoro, que había reincidido en sus malabarismos contables para cuadrar un déficit público del 6,7%, a sabiendas de que la trola se esfumaría en un suspiro, pues a esa falacia hay que sumar las devoluciones fiscales retrasadas alevosamente hasta enero más el monto del rescate bancario. Total: 10,46%. O sea, que estamos como hace año y medio —con los bolsillos más pelados, eso sí—, y lo único irrefutable es que en el último (y desastroso) ejercicio del Gobierno socialista la rebaja del déficit fue mayor que en el (presuntamente milagroso) primer año Mariano. Los analistas más fiables denuncian sin descanso que el programa económico del PP está más visto que el tebeo (y su ineficacia probada) pero da igual; nuestro ministro más "mentiroso, incompetente e injusto" (Sala-i-Martín) se divierte entretanto cual perdonavidas cobrador del frac, amedrentando con los lobos de Hacienda a todo aquel que le afea la conducta. Ejerce de cínico doppelgänger del simpsoniano Burns porque maneja información reservada, pero está condenado por ley a un "estricto y completo sigilo" en materia tributaria; así que debería empezar a controlar las insidias que se le escapan por entre las comisuras… o escupirlas violentamente contra sus amistades peligrosas… o metérselas por donde le quepan, con perdón.

12.3.13

Mucho mejor que trabajar

El analfabetismo funcional protohispánico sigue causando estragos entre la grey, y los tahúres que se juegan nuestro porvenir al mus se han conchabado para lanzar un último órdago al entendimiento general: la invasión doméstica del infoentretenimiento, esa bastarda amalgama de (des)información y chinchorreo que nos vende la tedeté bajo la fórmula de la tertulia sociopolítica. "Telespañolito que ves la tele, te guarde Dios", cantaba un machadiano Sabina cuando aún nadie sospechaba que en plena posmodernidad el sujeto en cuestión pasaría cuatro horas diarias delante de una caja que nunca fue tan tonta como ahora; y no quiero ni imaginarme lo que cantaría hoy, con una parrilla televisiva invadida por la poca chicha y la mucha carnaza. Nos tienen calados y algunas cadenas ya dedican un tercio de su nada televisada a tratar de desentrañar para nosotros lo que la cháchara política esconde, reclutando para ello a una recua de cráneos privilegiados que se reparten entre meros correveidiles del poder establecido y todólogos de postín con peritaje en lunas, entre cuyos exabruptos, interrupciones y gruñidos, a duras penas asoma la realidad. Todo ello, previo pago de su importe, que oscila entre el cheque regalo a canjear en grandes almacenes y el billetón violeta —aunque la cotización llegó a ser más del doble—. "Ser periodista y actuar como tertuliano, para empezar, es mucho mejor que trabajar", ha confesado sin ruborizarse Alfonso Rojo, uno de los elementos que está dejando la profesión hecha unos zorros; y empiezo a pensar, como los miembros de Politikon, que "el problema quizás sea que lo que la sociedad necesita del periodismo (rigor, calidad, independencia, profundidad, profesionalidad) no es lo que la sociedad le demanda". Mientras resuelvo mis dudas, improbable lector, guárdame un secreto —que comparto con el publicista Jacques Séguéla—: "No le digas a mi madre que soy periodista, ella cree que toco el piano en un burdel".

10.3.13

Que sea lo que Dios quiera

Extraña manera de celebrar el Día Internacional de la Mujer. La del PP, digo. De un tiempo a esta parte, entre las fuerzas vivas se están perdiendo hasta las buenas costumbres y la última conquista social de nuestros gerifaltes consiste en cometer sus tropelías sin solución de continuidad, incluyendo domingos y fiestas de guardar. Por eso los esbirros que guardan las espaldas de la ministra Mato escogieron esa efeméride para hacer honor al apellido de su jefa: cuando un grupo de plumillas intentaba recabar (inútilmente) alguna mamarrachada de la (presunta) corrupta consorte, uno de sus matones martilleó una pared con el estómago de una reportera de Antena 3 (Soledad Arroyo) antes de partirle una mano por la base del radio. Extraña manera de celebrar el Día Internacional de la Mujer. La del PP, decía, y la del PSOE, que se pasó por el forro fecha tan señalada para tomar al abordaje la alcaldía de Ponferrada violando con tal hazaña sus propios logros en materia de igualdad. Lo hizo con premeditación, alevosía y una descomunal falta de tacto, pues su estrategia pirata para suplantar al PP en el gobierno local contó con el apoyo interino del condenado acosador sexual de Nevenka Fernández, el exalcalde. La letra pequeña del contubernio no da ni para un cutre culebrón, pero lo imputable puede resumirse en que los socialistas aún andan como María, dando un pasito pa'lante y otro pa'tras; un nuevo numerito que obligó a confesar a Rubalcaba, para quitarse el muerto de encima: "Nos equivocamos, rectificamos y punto"; aunque no aclaró si el punto era y seguido, y aparte o final. Por si acaso, Santi González le sugirió que optara por este último: "Hay edades, Alfredo, en las que podemos permitirnos cualquier cosa. Menos hacer el ridículo. Déjalo ya, hombre, y que sea lo que Dios quiera".

8.3.13

¿Por qué no nos callamos?

Muere Chávez y se sucede el chorreo mediático en torno a su figura: ¿El caudillo se calla? ¿Ya era leyenda en vida y ha alcanzado definitivamente la categoría de mito? ¿Los tiranos, siempre que sean de izquierdas, gustan mucho? ¿Parecido a Hitler, Stalin y Mao? ¿El último gran caudillo fascista de la Historia? ¿El jefe de Estado más difamado en el mundo? ¿Un autócrata? ¿El paradigma perfecto de la malversación de la política? ¿Combatiente de la pobreza y revolucionario de la paz? ¿Payaso? ¿Un presidente elegido democráticamente en tres ocasiones? ¿Dictador golpista? ¿El líder peor valorado por los españoles? ¿Berlusconi bolivariano? ¿Sin ideología claramente definida? ¿Gorila rojo? ¿Pura dignidad? ¿El último libertador de América? ¿Un hombre insignificante y ridículo? ¿El sillón de Bolívar queda vacante? ¿Cerca de Perón, lejos del Che? ¿Un repaso objetivo a su largo período de gobierno debe dar cuenta de la reducción de la pobreza y la desigualdad operada en estos años? ¿Después de sus catorce años de poder no han desaparecido los grandes males que aquejan al pueblo venezolano? ¿No se le perdona su apuesta clara y nítida por una democratización sustancial del poder económico, mediático y político? Todo son interrogantes para mí pero todo son certezas publicadas por mis colegas españoles. Muere el presidente de Venezuela y al exótico acontecimiento le aplicamos el filtro de nuestro congénito guerracivilismo, como si fuese un asunto propio: hay que alistarse en uno de los dos bandos —panegírico o diatriba, no queda otra opción— y liarse a garrotazos, como los duelistas de Goya. Y luego hacemos como que nos duele en el alma que nuestros paisanos nos señalen como el gremio peor valorado, junto a los jueces. De seguir así la cosa, lo que harán nuestros lectores será resucitar el espíritu del finado y espetarnos a la cara por qué no nos callamos.

6.3.13

Gato por liebre

Acostumbrados desde antiguo a que nos den gato por liebre, los pelafustanes hispánicos hemos asimilado el penúltimo embeleco zoonutricional sin rechistar. El hallazgo de carne de jamelgo en algunas viandas (presuntamente) vacunas no nos ha tocado el estómago sino el orgullo. Todos sospechábamos —para qué engañarnos— que cualquier parecido entre la tentadora denominación comercial de un manjar transformado y la cruda realidad era pura coincidencia, pero el esclarecimiento de su auténtica trazabilidad nos ha dejado un regusto agridulce. Resulta que, en lugar de deleitarnos con hamburguesas caninas, albóndigas ratoneras o salchichas de comadreja ibérica —como creíamos—, lo que los devotos del buen yantar veníamos haciendo hasta ahora era dar buena cuenta de las sobras de la nobleza, y por ahí sí que no pasamos: los pobres de espíritu preferimos alimentarnos de fauna insalubre antes que hacerlo con los desechos de una aristocracia venida a menos. Si la ociosa high class se ha visto obligada a sacrificar a su famélica yeguada, acuciada por los estragos de la crisis, que con su pan se la coma, que nosotros nos apañaremos como de costumbre, devorando toda clase de animalillos plebeyos. Otra cosa es la certificación de que la mierda de tartas que ofrece la reincidente Ikea en sus comedores sea, literalmente, un surtido de tartas de mierda. La multinacional sueca, líder mundial de la complicación doméstica, parece empeñada últimamente en darnos matarile por la vía directa, y a sus adulteradas albóndigas y salchichas —ya retiradas de la circulación— añade ahora sus tartas de (aparente) chocolate y caramelo, que son, en realidad, bizcochos coronados por bacterias fecales. Con tanto jaleo alimenticio, cualquier día se cumple el barrunto de Jose A. Pérez y nos sobresaltamos leyendo entre los titulares de la prensa marceña que han encontrado "carne de caballo en una de las tartas de mierda de Ikea".

4.3.13

La revolución española puede esperar

El guardián de los dineros norteamericanos, Ben Bernanke, se subió la semana pasada al carro de los augures neokeynesianos (Krugman, Stigliz y compañías nobeles) al reconocer que el déficit no es un peligro evidente y actual, que los recortes en el gasto en una economía deprimida son una idea terrible y que la austeridad prematura no tiene sentido. Se refería, por supuesto, a la economía estadounidense, pero sus advertencias son extrapolables, punto por punto, a las cuentas europeas. Aunque lo mismo da, porque a este lado del charco nadie parece enterarse. Aquí nos siguen amenazando con estratagemas infantiloides, como si fuéramos niños de teta, con el poderoso influjo del déficit público. El pérfido Montoro, nuestro orgulloso y zumbón malo del cuento, no para de susurrarnos al oído que viene el coco, pero la gente no está para fábulas morales. Los (desastrosos) números cantan y los oráculos econoprogresistas siguen demostrando, para nuestra desgracia, que llevaban razón desde el principio: que el austericidio no era la mejor vía para salir de una crisis que ya ha cumplido su primer lustro. Se lo recordaban el otro día Skidelsky y Miller, desde el Financial Times, a los popes que han elevado la tijera a los altares de su credo político: "Importa la reforma del lado de la oferta, pero también la demanda". Por eso nuestros vecinos lusos andan inmersos en su emocionante segunda revolución de los claveles, y no han querido esperar a un nuevo 25 de abril para plantarle cara a la troika (BCE, CE, FMI) desde la calle: "El pueblo es el que manda", rezaban algunas pancartas tras las que se escondían unas irrefrenables ansias de reparar el deteriorado bienestar de su viejo estado. Mientras tanto, a este lado de La Raya aún perdemos el tiempo intentando entender, literalmente, a nuestros mandamases. Y así nos va.

2.3.13

Upeydemagogia al poder

A Toni Cantó le dio el otro día por esbozar un prontuario sobre la violencia de género en mitad de ese posmoderno patio de vecinos que llamamos Twitter; y fue abrir el pico y comenzar a lloverle chuzos desde las ventanas del costumbrismo ibérico. Se le fue de las manos el pájaro azul de las desdichas y terminó dando el cante al compás de ciento cuarenta caracteres: para demostrar que las estadísticas son segadas, echó mano de estadísticas sesgadas, y en tres piadas la lio parda. Dijo que las mujeres se quejan por vicio y que los hombres también se llevan sus buenas somantas de palos, no se vaya usté a creer; o sea, que descargó una tanda de falaces agravios, más propios de un cantamañanas, y los adalides de la igualdad respondieron al ataque pidiendo su cabeza. Ahí fue donde empecé a perderme. ¿Por qué? Porque: 1) Cantó es uno de los insignes huérfanos de ideología adoptados por la matriarca de Unión Progreso y Demagogia, Rosa Díez; 2) esta le confesó un día a Jordi Évole que se siente más cómoda jugando en el centroizquierda, "pero bueno, a veces se va uno un poquito para la derecha y puede que cuele el gol. ¿Qué es lo importante? Meter gol"; 3) Cantó es el ariete del bocachanclismo ilustrado, gracias al que los upeydemagogos cuelan goles a los medios sin mensaje aparente; y 4) los hooligans que ahora fingen sorpresa son los mismos que están inflando con su declarada intención de voto el globo magenta en los sondeos electorales. Al pollo cantarín, mejor que lo descabece una gallina de su corral: "Dimitir no equivale a autoinculparse, sino a reconocer que uno no está a la altura de la confianza depositada en él por los ciudadanos", escribía ayer en su confidencial columna Irene Lozano. Pues eso.