Uno de los más avezados todólogos del afterpop patrio, Raúl Minchinela, sostiene que "la televisión retrata el XXI como el siglo de las pocas luces"; y lo cierto es que basta con abandonarse durante unos minutos al noble arte del zapeo para corroborar que razón no le falta. La (plausible) tele que nos parió ha dejado paso a un oligárquico entramado audiovisual demasiado condescendiente con la rajoyana mayoría silenciosa y… así nos va. Pero no todo está perdido: como acentuaba hace poco David Trueba, "con bastante poco esfuerzo, La Sexta se ha adueñado de un territorio de crítica que las demás cadenas le han entregado sin disputa". El renacentista crítico televisivo se refería, claro, al recalcitrante espíritu de mosca cojonera que se ha adueñado de quienes manejan a su antojo el emporio que Zapatero regaló a Roures y este malvendió a Lara; y la verdad es que se nos antoja incontrovertible defender que los infoshows sextarios conforman ahora mismo, casi en exclusiva, el digno amplificador de la ninguneada voz del pueblo. El Gran Wyoming, mordaz busto parlante de uno de esos críticos artefactos (El Intermedio), lo denunciaba piropeando a Jordi Évole en el quinto cumpleaños de su bienaventurada criatura: "Es una vergüenza que Salvados sea competencia de los grandes medios de comunicación; en realidad, es una vergüenza para el país"; y lo es porque el antiguo 'Follonero' ha finiquitado su undécima temporada erigiéndose en el referente de lo que Libération ha llamado "teleindignados": el Michael Moore del Llobregat se ha transformado en "un Tintín que nunca recula". Lo reconfortante es que su hueco lo ocupa, desde ya, El Objetivo de Ana Pastor, esa españolización del manido fact checking anglosajón que pretende afear las mentiras públicas con datos: una quimera que fracasó en su debut, olvidando que no todo es verdadero o falso; que también existe lo verdadero, pero…
Mostrando entradas con la etiqueta trueba. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta trueba. Mostrar todas las entradas
4.6.13
Teleindignados
Etiquetas:
crisis,
évole,
gran wyoming,
la sexta,
lara,
libération,
medios,
minchinela,
moore,
pastor,
roures,
sociedad,
trueba,
zapatero
27.4.13
El récord de la vergüenza
David Trueba ha reconocido, negro sobre blanco, que "encontrarle un lado positivo a la cifra de parados española es como apreciar lo hermoso del amanecer el día de tu fusilamiento", pero el renacentista opinador no ha caído en la cuenta de que el partido que nos (des)gobierna es capaz de eso y de mucho más, pues parece ser que desde las alturas genovesas —a las que no he tenido el (dis)gusto de ascender nunca para comprobarlo— se contempla la realidad tamizada por un espíritu bucólico sin parangón en la historia de la humanidad. Para muestra, tres botones entresacados de las reacciones a lo que El Mundo ha titulado en primera "El récord de la vergüenza": 6.202.700 parados: 1) el secretario de Estado de Empelo, de cuyo nombre no quiero acordarme, balbuce que se está "invirtiendo la senda" y que la tasa de destrucción de empleo "se está atemperando"; 2) el correveidile extremeño de apellido compuesto, Floriano, suplica "que no nos ciegue ese mal dato para comprobar cómo la política económica está dando buenos resultados a nivel macroeconómico que más pronto que tarde va a llegar a las familias"; y 3) el torrentiano Martínez Pujalte mienta a Zapatero y le da otro revolcón a la sobada herencia recibida, achacando los males presentes a las decisiones tomadas "hace unos cuantos años", cuando "empezaba la crisis". Tres esperpénticas demostraciones de cómo despachan los cráneos privilegiados del PP el dramón de un pueblo que comienza a comerse los mocos; aún más grotescas tras ser corregidas al día siguiente por un Gobierno que ya admite sin ambages que será incapaz de crear empleo durante su legislatura. "Cuando gobierne bajará el paro", dijo un Rajoy que se las prometía muy felices mientras holgazaneaba en la oposición. Y en esas estamos, confiando en que cumpla su promesa… esperando que gobierne.
11.10.12
Boxeo dialéctico
A propósito del barómetro del CIS, reconoce David Trueba una duda: "Nadie sabe si lo que expresa es la opinión de la gente o el efecto de la opinión sobre la gente". Solución: "Las preocupaciones de la ciudadanía responden a las jerarquías de los medios". Una obviedad, vieja conocida de quienes nos dedicamos al asunto, que hoy parece más evidente que nunca. La comunicación de masas se limita a (des)informar lo justo mientras redobla sus esfuerzos opinativos, convirtiéndose en trasunto de lo que pasa en la calle. España siempre ha sido un mentidero en el que, a falta de pruebas, se elevan a categoría de acta notarial los rumores; una tasca en la que, entre chato y chato, se pone orden a lo divino y lo humano. España siempre ha sido eso, y la tele que nos parió está sacando tajada de nuestra querencia por los duelos dialécticos: las tertulias políticas se han apoderado de las parrillas, provocando arritmia incluso a los programas del corazón. Sucede, por desgracia, que los debates catódicos se parecen demasiado a la definición que Mailer hizo del boxeo: "Hombres ignorantes […] por lo general casi analfabetos, se dirigen el uno al otro por medio de un conjunto de intercambios de carácter conversacional que van directamente a los puntos más sensibles de cada uno de ellos". Consecuentemente, en los combates televisados gana a los puntos una indeseable reata de tránsfugas políticos, apestados mediáticos, difamadores profesionales y delincuentes de toda ralea que, por disimular sus carencias, se ciñe a redundar, con una caña o una copa de vino como parapeto, en el consejo de Hayden White: el "reajuste retroactivo del pasado". Traducido al cristiano: "Ya lo sabía/decía yo". Eso, hasta que se les cruza un peso pesado (in)formado que, mandoble intelectual de por medio, les deja nocaut.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)