12.2.13

El expolio patronal

Lamentaba Faulkner que el hombre no pueda "comer ocho horas, ni beber ocho horas diarias, ni hacer el amor ocho horas" y sostenía que la triste razón de la desdicha humana radica en que "lo único que se puede hacer durante ocho horas es trabajar". Eso lo hemos sufrido (casi) todos en algún momento aunque, ahora que no nos llega ni para ser desdichados —o sea, trabajadores—, los patronos parecen ensañarse con nuestro sufrimiento. El nauseabundo recochineo con el que los gerifaltes de la patronal desprecian a los parias del siglo XXI debe ir con su sueldo, pero se entiende regular con seis millones de parados. Haciendo memoria, de las últimas cúpulas de la CEOE salen más delincuentes que empresarios decentes. A saber: su penúltimo mandamás, Díaz Ferrán, está en el talego; un vástago de su antecesor, José María Cuevas, fue trincado la semana pasada por blanqueo de capitales; y al actual vicepresidente y cabecilla de la patronal madrileña, Arturo Fernández, acaban de ponerle la cara colorada por retribuir a sus asalariados en negro. Cierto es que la mejor manera de defendernos de este mal de muchos es un consuelo de tontos —no parecernos a ellos, como sugería Marco Aurelio en sus Meditaciones—, pero algo es algo. El expolio patronal viene avalado por una vampírica reforma laboral, diseñada a su insaciable medida, que va camino de convertir a España en un páramo laboral. Así que nos están sisando por lo civil y por lo criminal y, de paso, se cachondean en nuestra jeta, dando lecciones de austeridad mientras niegan las cifras del paro. Todo por la pasta, claro. Por eso yo, como mi colega César Losada, "no creo en revoluciones contra políticos, ni banqueros, ni conspiraciones opacas […]. La única revolución efectiva ha de ser contra el poder de todos los poderes, contra el Dios dinero".

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo. Tenemos que pasar de una vez de ser meros productores-consumidores a convertirnos en personas, en individuos desalienados. Tiremos nuestros televisores por la ventana, quememos la prensa, no dejemos que laven el cerebro de nuestros hijos con los actuales libros de texo que están orientados únicamente a fabricar esclavos, no ciudadanos. Hasta que eso no ocurra nuestra función en la vida será meramente un instrumento para beneficio de los de siempre.

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