La maté porque era mía es una mediocre (y peligrosamente frívola) canción de Platero y Tú; y también una ligera (amén de disfrutable) comedia francesa filmada en los noventa por Patrice Leconte; aunque, por encima de todo, "la maté porque era mía" fue, desde antiguo, el grito liberador que escupía el macho ibérico tras pimplarse el penúltimo sol y sombra en la tasca de la esquina, con las manos ensangrentadas por culpa de lo que por entonces se denominaba, derrochando romanticismo, crimen pasional. Pero en esas llegó la modernidad, y con ella la progresía, que se propuso atajar una tragedia tan vieja como la humanidad con políticas de igualdad, o sea, con unos cuartos robados a los presupuestos generales del Estado y mucho autobombo y neolengua —de ahí la maldita violencia de género—. Hasta se llegó a montar un (fugaz) ministerio de la cosa que de poco sirvió, pues en los últimos días las mujeres están cayendo como chinches a manos de unos depredadores a los que aún llamamos hombres y, en lo que va de año, la luctuosa media de bajas femeninas supera el asesinato por semana. Y, aunque a un energúmeno tan corto de entendederas como González Pons le cueste creerlo, la solución no pasa por desbarres tan profundamente machistas como el que ha dirigido a las víctimas: "La confianza que tengan con nosotros, en la sociedad, tiene que ser más grande que el miedo que le tienen al hijo puta [porque la puta para los de su casta siempre es hembra, claro] que las mata". La solución habría que buscarla, más bien, derogando las leyes represoras y desterrando los rancios valores impuestos por nuestros nuevos inquisidores y repartiendo las responsabilidades a la hora de juzgar tan delicada cuestión: porque de señoras respetables están los cementerios llenos, pero santas y mártires cada vez quedan menos.
31.5.13
Ni putas ni santas
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29.5.13
Un rey sin Fortuna
Sigo con atención la relectura de Kapuscinski que viene publicando en las últimas semanas José Andrés Rojo y, con especial delectación, su comentario de texto sobre El Emperador, la obra en la que el agudo reportero polaco desentrañó los mecanismos del poder manejados por el divino Haile Selassie y su séquito. En el umbral de su reseña, Rojo recopila los apelativos con los que sus cortesanos se dirigían al último emperador de Etiopía: "Nuestra Sacra y Real Majestad, Rey de Reyes, Inigualable Señor, Venerable Soberano, Ilustrísimo y más Extraordinario Señor, Magnánima Majestad, Supremo Bienhechor, Bondadoso Señor, Precavida Majestad". Repaso esos altisonantes conceptos una y otra vez, los comparo con el estilo reverencial de algunas columnas de la prensa (contemporánea) del Movimiento, y maldigo para mis adentros que cuarenta años —con sus correspondientes estragos— y nueve mil kilómetros —con sus inevitables desigualdades socioculturales— no hayan servido para erradicar, del aquí y del ahora, la pleitesía monárquica de unos súbditos emperrados en malgastar sus días como anacrónicos vasallos de un señor feudal en franca retirada. Porque sobre la figura del rey de España podría aplicarse la ilustrativa observación de uno de los confidentes de Kapuscinski acerca de su emperador: "Parece que entre tantos como convivían en palacio solo él había comprendido que ya no era capaz de hacer frente al vendaval que se había levantado". Mientras el populacho echa el rato en los mentideros dando vueltas a una (improbable) abdicación y a una (hipotética) Tercera República, su majestad (de ustedes) comienza a comportarse como un resignado prejubilado, renunciado a su Fortuna como primer paso hacia el abismo. Aunque algunos se resistan a verlo, el más fantasma de los disfuncionales Borbones vaga ya como el terminal Selassie: "Apartado, ensimismado, altivo y distante, permite que los acontecimientos sigan su curso, como si ya estuviera moviéndose en otra dimensión del tiempo y del espacio". O sea.
27.5.13
Memorias worst seller
Los plumíferos más esquinados defienden que el flamante aznarazo no anunciaba el regreso del expresidente a la batalla política sino que franqueaba la vuelta de sus (des)memorias a las mesas de novedades ahora que la primavera levanta la veda sobre las ferias y fiestas literarias, pues a nadie se le escapa la feliz causalidad de que el sello de sus confesiones y el altavoz de sus amagos sean hermanos de leche mediática, o sea, hijos de papá Planeta. Tesis que cobra carta de naturaleza atendiendo a las cifras de venta del artilugio, convertido en ruinoso worst seller para una editorial reincidente en el desatino merced a las ensoñaciones de José Bono: entre las medias verdades del uno y las mentiras completas del otro no han despachado ni siquiera cien mil ejemplares, aunque el adelanto conjunto para sendos escribanos rondó los dos euromillones. Pero en casa Lara no pierden la esperanza de amortizar su desaforado mecenazgo político y, mientras ultiman los detalles del novelero recordatorio de Zapatero, ya mercadean con el tercer tomo autobiográfico de Alfonso Guerra, donde se desvela por qué no llegó a cumplirse —o sí, según se mire— el adagio socialista que rezaba: "Después de Felipe, Guerra, / y después de Guerra, nadie". Porque, por mucho que posturee ahora nuestro parlamentario más veterano ("Yo no le negaré jamás la amistad a Felipe"), lo cierto es que su entente cordiale terminó como el rosario de la aurora, según cantó el romancero Campany cuando entonces: "Por las filas felipistas / circula ya la sentencia. / Voces de muerte sonaron / del Guadalquivir al Deva. / Todas las voces decían: / 'Camaradas, guerra al Guerra. / Quedemos nosotros limpios / y sobre él caiga la mierda". Lo que pasa es que el memorialismo posmoderno es hijo bastardo de la ciencia ficción; y así no hay quien se aclare.
25.5.13
Ni espadófilo ni espadófobo
Denuncia un excesivamente afectado Mr. Sword que "las webs noticiosas son el modo beta del periodismo: meros borradores informativos, donde se exhibe, de modo algo chapucero, el proceso de producción, y de descarte, de las noticias del día"; y uno no acierta a comprender si, con esta andanada (todavía humeante) contra sus colegas, el ínclito corrector de conductas desviadas pretende cribar definitivamente los (menguantes) espadófilos de los (crecientes) espadófobos o, simplemente, reiterar que de un tiempo a esta parte anda —como Rosendo— loco por incordiar. Porque resulta difícil de tragar que nuestro más egregio (quinta)columnista ignore que tanto su actual mecenas (El Mundo) como su anterior paganini (El País) gastan esas mismas tretas para (mal)vender periódicos, pese a contar con mastodónticas redacciones y espurios compadrajes con el poder. Dicho lo cual, bienvenidos sean los pequeños y valientes y perfectibles medios digitales al rompecabezas colectivo de la (des)información, porque solo encajando las piezas que nos suministran entre los unos y los otros va siendo medianamente posible armar el puzle de la realidad; el mismo que los gerifaltes del parné se afanan en desbaratar a diario para atormentarnos con una rayada melodía: Begin the beguine. Dicen que dijo Giner de los Ríos que "todo lo sabemos entre todos" y aquí confieso que, si me dan a elegir entre la certidumbre del libérrimo pedagogo y el desvarío del ultimísimo Arcadi Espada, me quedó con la atinada sentencia del maestro republicano. Tanto aportan al relato del abecé de la contabilidad en a en b y en c las andanzas capitalinas de Raúl del Pozo y su Tercer Hombre en El Mundo como las sintéticas recapitulaciones al respective de Nacho Escolar en eldiario.es; así que me resisto a lanzar un solo anzuelo en esta caudalosa política de gacetilla que, como ha observado Enric González, baja muy revuelta: soy pescador y no renunciaré a mi ganancia.
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23.5.13
Un (mal) expresidente
Aznar se plantó en la tele cargando "un dolor español de profundidades casi noventayochistas" (Gistau) y se postuló, entre la compunción y la prepotencia, como protomártir de una hipotética renovación de España: "Cumpliré con mi responsabilidad, con mi conciencia, con mi partido y con mi país", dijo el atribulado ex, pero, sin que sirva de precedente, esta vez preferiríamos que actuara de manera irresponsable. Por nuestra salud. El divino creador del paraíso del pelotazo realizó una faena de aliño en su comparecencia televisada, lidiando mediante chuscos capotazos tres mansos ejemplares de fraternal encaste (Lomana, Prego y Marhuenda): recreándose en los lances accesorios pero resucitando las espantás de Curro Romero cuando tocaba entrar a matar. A la postre, no tocó pelo, mas vio cumplido un sueño preterido desde que los flashes se divorciaran de su triste figura: que su nombre volviera a figurar con letra de molde en los carteles y, de paso, que su (posible/improbable) regreso al ruedo ibérico se convirtiera durante unas horas en la comidilla de un país ayuno de bureos. Sostuvo Norman Mailer que 'ego' fue el gran sustantivo del siglo XX, pero Aznar se dejó el alma aggiornando la sentencia: sus respuestas se limitaron a un estomagante yo, mí, me, conmigo que aporta entre poco y nada al debate nacional. Lo que sí hizo el prejubilado mandamás fue lo que Rubalcaba no ha sabido, no ha querido o no ha podido hacerle en año y medio a Rajoy: daño. Al inefable tío del bigote no le gusta un pelo cómo está dejando su digitalizado delfín lo que antaño fue su cortijo; lo cual que, entre desleal y circunspecto, se lo hizo saber. Cómo sería la cosa, que hasta uno de los pujantes cachorros peperos, Borja Sémper, ladró en Twitter: "Zapatero se consolida como el mejor ex-presidente de gobierno". Que ya es ladrar.
21.5.13
La (amarga) dolce vita
Refiere la primera acepción del Diccionario de la Real Academia Española que el 'sainete' es una "pieza dramática jocosa en un acto, de carácter popular, que se representaba como intermedio de una función o al final". Verbigracia: lo de Blesa. Porque el grotesco metisaca carcelario perpetrado por nuestra justicia para con el expresidente de Caja Madrid habría dado mucho de sí en manos de Arniches o los Álvarez Quintero, aunque relatado por los apesebrados cronistas del presente, maldita la gracia. El numerito con pernoctación en el trullo no ha supuesto más que un paréntesis disuasorio estratégicamente escenificado en medio de lo que podríamos intitular, con permiso de Daniel Monzón y su olvidable largometraje homónimo, El robo más grande jamás contado: la película —inconclusa, para nuestra desventura— en la que unos insufribles banksters de andar por casa hicieron saltar la banca española asaltando a los ciudadanos, con la entusiasta connivencia de una kilométrica recua de paniaguados secundarios de la política y el sindicalismo; los mismos que ahora, perpetuando esa lógica perversa que impera en las cadenas de favores estratosféricas, se las componen como buenamente pueden para evitar ser ajusticiados. El caso es que Miguel Blesa fue durante algún tiempo el insoslayable farallón del rocoso gremio que implantó en España la dolce vita. Sus amistades peligrosas lo arrastraron al magnético microcosmos del money, money —fue compañero de pupitre de Aznar—, pero esas mismas malas compañías han terminado vedando su plácido retiro. Sus préstamos a espuertas y su querencia por la mamandurria están siendo escudriñados y ya le han costado un disgusto más dos millones y medio de fianza. Con todo, se nos antoja poco castigo para uno de los estrellones del desfalco nacional, cuyas tropelías nos salen, de momento, a cuarenta mil millones del ala. Sirva, al menos, como apercibimiento para sus pringados colegas, que son ciento y la madre.
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19.5.13
Otro ladrillo en el muro
Al ministro Wert dan ganas de reventarle sus desamparados oídos (sordos) a base de decibelios pinkfloydianos ("We don't need no education / We don't need no thought control / No dark sarcasm in the classroom / Teachers leave them kids alone"), porque él solito se basta y se sobra para pasar de ser otro ladrillo en el muro a convertirse en el muro todo; un muro contra el que se dan de bruces, una y otra vez, los cabales argumentos de quienes se oponen a su beatífica Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa, que vienen a ser (casi) todos los implicados en el paripé educacional: profesores, padres y alumnos. Lo advirtió el gran Pedro Simón ("La escuela no es inocente en la debacle adulta: los críos llegan con unas maravillosas prestaciones de serie a la puerta del colegio, pero hay toda una termomix —educar es reprimir— pensada para mixturarlos") y lo ha refrendado Emilio Lledó ("El ser humano es lo que la educación hace de él"). Sabedores de ello, los endocrinos gubernamentales han embocado en el aparato parlamentario una reforma legislativa que no hay quien se la trague pero que, si nada lo remedia, verá la luz transformada en excremento —hecha una mierda, vamos— tras una pesada digestión que culminará dentro de tantos meses como sean necesarios para que olvidemos su acidez primigenia. Entre ideólogos FAEScistas y rancios obispos han cocinado un vomitivo puchero que adoctrinará como borregos nacionalcatólicos a unas criaturas que no se sienten descendientes de su adorado Cordero de Dios. La mayoría absoluta pepera continúa, pues, arrollando, como aquella otra que denunciaba Gil de Biedma en Años triunfales: "Media España ocupaba España entera / con la vulgaridad, con el desprecio / total de que es capaz, frente al vencido, / un intratable pueblo de cabreros".
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17.5.13
Perro come lobo
Ahora que la prensa (pretendidamente) seria ha devenido en cachondeo, no es de extrañar que un artefacto tan cachondo como la "revista satírica sin mensaje alguno" Mongolia sea quien aporte seriedad al patio mediático. Su desarmante hibridación de irreverencia e información ha pegado el revolcón definitivo a un gremio que amenazaba con irse a la tumba sin que nadie osara meterle mano. Pero apareció a tiempo una gamberra pandilla cuyas afrentas a la corrección política han tenido eco en medio mundo: The New York Times, Corriere della Sera y Financial Times han amplificado sus indiscriminados ataques a todo lo que se menea; y hasta los prohombres de la cosa periodística, como Miguel Ángel Aguilar, han subrayado que su "principal aportación es la de reducir la distancia entre lo que se sabe y lo que se publica". Tal es el poderoso influjo de una revolución mongola que, con tan solo un año de vida, ya ha dado a la imprenta dos imprescindibles biblias: la primera, una heterodoxa enciclopedia del disparate cuyo título (El Libro Rojo de Mongolia) repele la indiferencia; la segunda, que llega ahora a las librerías, incluye un mensaje infinitamente más grave: recoge (y amplía) lo publicado en la sección 'Reality News', esa que advierte "A partir de aquí, si se ríe, es cosa suya", y supone una antológica huella del crimen (o del suicidio) del periodismo español, arrancando con la conspiranoia de El Mundo y el 11-M y abundando en los golpes de Cebrián a El País y de Roures a Público, para que ninguna fechoría de los señores de la prensa se diluya en Papel mojado. Una excelente noticia a la que solo cabe hacer una objeción: este nuevo periodismo denunciante residió en las casas ahora delatadas, donde seguiría acomodado si no hubiera sido desahuciado; o sea, aunque nos alegra que perro coma perro, exigimos lo mismo que la parroquia del jactancioso cortijero tío Pinto: "Menos lobos".
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15.5.13
El principio del fin del 'acostumbramiento'
La rebelión de las masas (auto)etiquetada como 15-M comenzó a tomar forma cuando los avaros apóstoles del capitalismo arrancaron a predicar la desaparición del estado del bienestar y los inquisidores civiles hicieron suyo el retrógrado evangelio austericida, aunando esfuerzos para aniquilar los derechos adquiridos por la ciudadanía durante décadas, o sea, cuando la indignación posmoderna resucitó el frustrado lamento de nuestro particular príncipe destronado, Segismundo: "Pues aunque el dar la acción es / más noble y más singular, / es mayor bajeza el dar / para quitarlo después". La insaciable voracidad de los (putos) amos del cotarro arrebató al pueblo lo que era suyo y, con ese incorregible gesto, despertó al "compuesto de hombre y fiera" que, desde que Calderón alumbrara La vida es sueño, sabemos que somos. El maltrecho gentío tomó entonces las calles —que eran lo único que le iba quedando— y, entre hiperbólicas descalificaciones ("Hatajo de mastuerzos" llamó Fernando Savater a los indignados correligionarios de su hijo Amador) y ditirambos a tutiplén, consiguió asentar los cimientos de un renovado sistema cuyo andamiaje aún está por definir dos años más tarde. Como advirtió Baudrillard, ya no hay ideologías, sino solo simulacros, y consecuentemente los sondeos retratan un país que no deja lugar a la duda: más de la mitad del electorado se resiste a seguir bailando el agua a los partidos tradicionales y, menos aún, a sus pervertidos cabecillas. Existe una evidente resistencia a lo que Juan Gelman ha definido como "acostumbramiento" y ya va siendo hora de transformar ese cabreo ciudadano "en todas direcciones" (por decirlo en términos lucasianos), compuesto de angustia, asco y desengaño, en algo sólido que meternos para el cuerpo. Porque sabemos por William Blake que debemos crear un sistema o ser esclavos del de otro hombre; y no veo yo demasiada vocación esclava a mi alrededor.
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13.5.13
La moda europea
El hawaiano Robert Kiyosaki, uno de esos charlatanes posmodernos que se han hecho mundialmente famosos publicando perogrulladas, lo tiene escrito en alguna parte: "A veces se gana y otras se aprende"; y al Real Madrid ayer le tocó aprender. El entrenador que finalmente le arrebató la Euroliga de baloncesto, Georgios Bartzokas, había advertido en la víspera: "Nos mediremos al número uno de la historia del baloncesto"; y esa falsa modestia tenía toda la pinta de una lección magistral que su adversario debería memorizar para no volver a caer en la trampa. El mejor conjunto europeo del momento (Olympiacos), que amontona en su zurrón tres finales y dos títulos cosechados en los últimos cuatro años, se enfrentaba al más laureado del continente, que exhibe orgulloso (pero ridículamente nostálgico) ocho copas de Europa en sus vitrinas, aunque esos datos previos no dibujaban más que un espejismo: de la última final continental que ganaron los blancos hace ya dieciocho años; y de la penúltima, treinta y tres: demasiado tiempo, tratándose de asuntos deportivos. Y este cuento, sumado al que concluyó trágicamente hace diez días sobre los céspedes del Bernabéu y del Camp Nou, arroja una ingrata moraleja: lo que se lleva esta temporada en el viejo continente es darle para el pelo a los clubes españoles: tanto da que hablemos de fútbol, donde la madrastra de Europa (Alemania) nos barrió de la antesala de la gloria, como que nos ocupemos del baloncesto, donde ha sido la cenicienta de la Unión (Grecia) la que nos ha birlado el final feliz. Así las cosas, el lector sabrá perdonarme que aquí no quede hueco para la épica germana ni para la mitología helena: la epopeya por nuestras glorias deportivas tendrá que esperar hasta mejor ocasión. Pero ya me jode no poder cantar ningún alivio para este deprimido país. Ya me jode.
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11.5.13
Sic transit Gloria Swanson
La anécdota la cuenta el propio Landa en sus memorias, Alfredo el Grande, vertidas contra sus colegas por persona interpuesta (el gran Marcos Ordóñez), y sirve para ilustrar la falta de respeto que imperaba cuando entonces hacia uno de nuestros cómicos más populares: en cierta ocasión, el relamido director teatral y (presunto) intelectual progre José Carlos Plaza le calzó al actor pamplonica una envenenada pregunta retórica que llevaba adosados los prejuicios de un país entero: "¿Sabes que no lo haces nada mal?"; cuestión a la que el (supuesto) agraviado respondió con hiriente suficiencia: "¿Y tú te has fijado en quién va primero en los títulos de crédito? Pues por eso. Porque lo hago bien". Claro que semejante respuesta solo podía permitírsela un intérprete que ha pasado a la historia del cine español dejando como legado toda una corriente fílmica —que los cronistas más generosos elevan a categoría de género— bautizada en su honor como 'Landismo': una olvidable (pero insoslayable) colección de películas que retratan, según ha sintetizado con agudeza Carlos Boyero, "las aventuras y desventuras, el hambre de sexo y de afirmación, los traumas y los anhelos de aquel señor bajito e histriónico, gesticulante y verborreico, peleón y gimoteante, paleto y excesivo, voyeur y patético, caricaturesco y compadecible, que Landa transformó en un símbolo". El propio protagonista lo reconocía en las citadas memorias: "Mucha porquería he hecho yo"; y es rigurosamente cierto que le faltaron guiones aunque le sobrara trabajo. Pero al ibérico cateto que enloquecía a las suecas le llegó a tiempo su castizo y bardemiano On the road, y con él cambió el estado de la cuestión: pronto alcanzó al reconocimiento de la industria en Cannes y, algo más tarde, el de sus académicos paisanos. Ahora, el cascarrabias protagonista de "una vida cojonuda" se ha marchado certificando que no somos nadie: como diría el mitómano amateur Miguel Cane: "Sic transit Gloria Swanson".
9.5.13
Las damas, primero
En España, la mujer del César no quiere serlo ni parecerlo, salvo cuando se trata de achicharrar la Visa oro de su contrario. Por estos pagos, las señoras de Tal se dividen entre las que no se enteran de los mamoneos de sus santos varones y las que no quieren enterarse, principalmente cuando la justicia se pone pesada y les levanta el refajo por ver lo que esconden entre sus pomposas enaguas. La esposa protohispánica viene a ser la encarnación pluscuamperfecta del primer mandamiento neoliberal: privatiza los beneficios domésticos al tiempo que socializa las pérdidas, mayormente cuando acuden en forma de injerencia legal. A esta clase de hembra, de dudoso pedigrí, igual le da la igualdad que la madre que la trajo al mundo: se basta y se sobra para echar por tierra la pila de años en la que los ejemplares más admirables de su sexo se dejaron el pellejo luchando por esa utopía que nos pinta a todos iguales, reverdeciendo por puro egoísmo el ajado machismo carpetovetónico de una sociedad a la que aún le puede la querencia. Se diría, observando su comportamiento desde la barrera, que esa manada de fulanas preferiría seguir, para según qué cosas, en casa y con la pata quebrada, como mandaba la doctrina de la Sección Femenina, pues se autorretratan como mujeres florero a las que les brotan los Jaguars en el garaje como a mí la mala yerba en el jardín; como voces copleras ahogadas por las bolsas de basura malaya; como despistadas de alta alcurnia consortes de arribistas trincones… Pero sabemos que mienten: porque los juzgados están abarrotados de papeles que evidencian que están de mierda hasta las cejas. Lo que ocurre es que, cuando se trata de burlar a la justicia, aquí sigue funcionando la rancia cortesía caballeresca: las damas, primero.
7.5.13
El nuevo (viejo) socialismo
Porque "vivir es ver volver" —como decía Azorín— resulta menos sorpresiva la fulgurante resurrección del socialismo rubalcabiano: en política todo vuelve; y lo hace sobrado de motivos si aún no se había ido del todo. Rubalcaba, que lleva meses haciendo oídos sordos a los cenizos demoscópicos, interiorizó de pequeño el adagio de papá Gramsci que advierte que "una verdadera crisis histórica ocurre cuando hay algo que está muriendo pero no termina de morir y al mismo tiempo hay algo que está naciendo pero tampoco termina de nacer"; pero el pertinaz segundón tiene para sí que la verdadera crisis es la que está carcomiendo al absolutismo pepero y no la que los sans-culottes del puño y la rosa avivan desde la rue Ferraz. Así que, haciendo buena la apócrifa cantinela donjuanesca ("Los muertos que vos matáis gozan de muy buena salud"), el PSOE lanzó el pasado fin de semana un órdago a sus enterradores poniendo sobre la mesa del presente un conjunto de propuestas para reactivar la economía y combatir el desempleo: un refrito que mezcla a Roosevelt con la Merkel y a Obama con el FMI pero que abre una vía de esperanza a una ciudadanía con la "confianza lastimada" (Juan Gelman dixit); seis estratégicos aldabonazos económicos para poner en práctica aquello que sugería Ignacio Ramonet en una reciente entrevista: "Hay que volver al sentido común, a un keynesianismo razonable: tanto Estado como sea necesario y tanto mercado como sea indispensable". Total, que lo que proponen Rubalcaba y su claque, casi sin pretenderlo, es volver a los orígenes del socialismo: redistribuir la riqueza —aunque esta vez sea prestada— por medio del Estado; o sea, lo que apuntó Jabois a su manera: "El PSOE no necesita ideas nuevas sino viejas, que son las de sus intelectuales que se le han ido bajando del caballo por rabia, frustración o aburrimiento".
5.5.13
Una España admirada por el mundo
Anteayer se celebró —es un decir— el Día de la Libertad de Prensa, esa entelequia que el Partido Popular había festejado por adelantado vía Twitter: "Con esta prensa fatalista q inunda España d pesimismo cuesta más salir d la crisis,pero vamos a salir,sin su ayuda,pero saldremos". Así apretujó sus veleidades mediáticas Iñaki Oyarzábal para sumarse a las exequias por aquel antiguo pilar de la democracia que un día hizo las veces de cuarto poder: matando al mensajero. El disléxico secretario general de los pepijos vascos ponía de esa forma el punto y seguido a una mala racha de los de su cuerda en la materia, porque, de un tiempo a esta parte: 1) los genoveses presumen de transparencia abusando de la callada por respuesta y endilgándonos las naderías presidenciales apantalladas; 2) los parlanchines diestros tienen vetada su presencia en la trinchera enemiga que lo peta en la tedeté; 3) se ha descubierto que parte de las barcenadas va a parar a los bolsillos de un ejército de intoxicadores profesionales a sueldo del partido; y 4) el mandamás interino de la autonosuya madrileña, Ignacio González, ha manifestado en voz alta sus anhelos de poner puertas al campo informativo. Y lo más lamentable es lo poco que sorprenden estos resabios viniendo de los hijos putativos de aquel ministro de (des)información franquista (Fraga) que introdujo en el (antiguo) régimen español las tácticas propagandísticas de su maestro Goebbels. Desde su acta fundacional, el PP ha pretendido inocular en la prensa nacional el venenoso título de aquella aguda colección de aforismos de Jorge Wagensberg: A más cómo, menos por qué. Eso, y aborregar al personal castigándolo con copiar cien veces en la pizarra (hasta aprendérselo de memoria) el lema de la última campaña de la enciclopedia ilustrada de la revolución española, el diario Marca: "Hay una España admirada por el mundo. Solo hay que saber qué periódico leer". Pero no cuela.
3.5.13
Aquí no hay quien viva
"El fútbol es —según asentó Vázquez Montalbán— la religión diseñada en el siglo XX más extendida del planeta"; y en pleno siglo XXI sigue siendo, mal que le pese a los marxistas más rancios, el verdadero opio del pueblo, cuyo principal efecto secundario, la hornbyana fiebre en las gradas, se ha impuesto como la única pandemia incurable de la actualidad. Conviene administrar estas certidumbres, de entrada, pues solo tras su dosificada ingesta se puede digerir una jornada como la de ayer, en la que la batalla entre los apocalípticos y los integrados de las huestes balompédicas estuvo más reñida que nunca. La sensacionalista prensa recreativa continuó comportándose como si no existiera el mañana y se entregó rendida a los encantos del maximalismo: la tunda germana en las semis de la championslíg ha dejado al aire las vergüenzas del fútbol español y ahora toca rasgarse las vestiduras para llorar el fin de ciclo de nuestras glorias deportivas, el Barça y el Madrid. Pero ni el (auto)engañoso uso preventivo del miedo escénico y los minuti molto longo ni el ventajista abuso posterior del apotegma linekeriano ("El fútbol es ese deporte en el que juegan once contra once y al final ganan los alemanes") marcan goles. El balompié patrio vive desde hace años en una burbuja ruinosamente gestionada —deudas milmillonarias y sueldos disparatados— que está a punto de estallar y que se llevará consigo nuestros aires de grandeza; pero, mientras miramos para otro lado, la eficacia probada europea —el lema del Bayern es "Mia san mia": nosotros somos nosotros; sin aditivos ni colorantes— nos las da todas en el mismo lado. Cuando pase la lacerante resaca de la derrota, caeremos en la cuenta de que no tenemos cantera ni pasta para fichajes, y entonces el país se echará a la calle de una puñetera vez: porque sin comer podemos ir tirando, pero sin furbo aquí no hay quien viva.
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1.5.13
La puta insistencia
Una vieja amiga cántabra solía contarme un chascarrillo norteño que añadía vitriolo a la fina estampa que retrata la lógica del poder en este desventurado país: "Ya no sabemos si el Banco es de Santander o Santander es del banco". Se refería, claro, al vampírico tinglado montado hace varias generaciones por esos ahorradores pasiegos de rancio abolengo a los que un maldito apellido condenó desde la cuna: los Botín. Y otro tanto podría afirmarse hoy acerca de los partidos políticos, los medios de comunicación o los clubes de fútbol, pues a todos los tienen trincados los malandrines por los colgajos. De ahí que la totalidad de las causas judiciales abiertas contra los miembros del clan de la corbata roja —evasión fiscal, indemnizaciones desorbitadas, etc.— hayan sido archivadas a cambio de millonaria calderilla —si se me permite el oxímoron—; y de ahí que estos días la paniaguada prensa patria, que ha venido silenciando discretamente todas y cada una de las tropelías santanderinas, despida con honores de brillante gestor a quien la justicia sentenció como ímprobo y probado delincuente, Alfredo Sáenz, que se retira de la vicepresidencia de la casa madre con una pensión de ochenta y ocho millones de euros que sumar a lo expoliado a sus clientes a lo largo de toda una vida dedicado a la usura. Una pensión que, por su desafío al decoro en tiempos de miseria, quedará como el mayor agravio comparativo de un gremio al que los tiesos de España hemos ayudado ya con casi doscientos mil millones públicos (que no tenemos) desde que su avaricia y sus artimañas nos abocaran a una crisis que aún le parece ajena; un gremio que, por su cansina reincidencia, impele a las profesionales del sexo a reiterar su ya legendaria defensa: "Las putas insistimos: los banqueros no son nuestros hijos".
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