La anécdota la cuenta el propio
Landa en sus memorias,
Alfredo el Grande, vertidas contra sus colegas por persona interpuesta (
el gran Marcos Ordóñez), y sirve para ilustrar la falta de respeto que imperaba cuando entonces hacia uno de nuestros cómicos más populares: en cierta ocasión, el relamido director teatral y (presunto) intelectual progre
José Carlos Plaza le calzó al actor pamplonica una envenenada pregunta retórica que llevaba adosados los prejuicios de un país entero: "¿Sabes que no lo haces nada mal?"; cuestión a la que el (supuesto) agraviado respondió con hiriente suficiencia: "¿Y tú te has fijado en quién va primero en los títulos de crédito? Pues por eso. Porque
lo hago bien". Claro que semejante respuesta solo podía permitírsela un intérprete que ha pasado a la historia del cine español dejando como legado toda una corriente fílmica —que los cronistas más generosos elevan a categoría de género— bautizada en su honor como '
Landismo': una olvidable (pero insoslayable) colección de películas que retratan, según ha sintetizado con agudeza
Carlos Boyero, "las aventuras y desventuras, el hambre de sexo y de afirmación, los traumas y los anhelos de aquel señor bajito e histriónico, gesticulante y verborreico, peleón y gimoteante, paleto y excesivo, voyeur y patético, caricaturesco y compadecible, que Landa transformó en un símbolo". El propio protagonista lo reconocía en las citadas memorias: "
Mucha porquería he hecho yo"; y es rigurosamente cierto que
le faltaron guiones aunque le sobrara trabajo. Pero al ibérico cateto que enloquecía a las suecas le llegó a tiempo su castizo y bardemiano
On the road, y con él cambió el estado de la cuestión: pronto alcanzó al reconocimiento de la industria en Cannes y, algo más tarde, el de sus académicos paisanos. Ahora, el cascarrabias protagonista de "
una vida cojonuda" se ha marchado certificando que no somos nadie: como diría el mitómano amateur
Miguel Cane: "Sic transit
Gloria Swanson".