Las expectativas ante cada sesión de control gubernamental se exacerban por culpa de la inocencia que aún conserva el zagal que fuimos: le tenemos una fe (ciega) a la quimera de que nuestros mandamases se ocupen, siquiera excepcionalmente, de lo que nos preocupa. El ejercicio parece simple: se sienta uno frente al televisor —lo que ya supone un acto de impagable coraje— para que le vuelvan a largar el tradicional diálogo de (opositores) besugos, aligerado en esta ocasión con un par de antológicas memeces proferidas por otros tantos peces bobos. Rubalcaba, en su desacomplejado discurso, lo mismo cita a una popular honrubiana que al expresidente de la Reserva Federal norteamericana, Alan Greenspan; enfrente tiene a Rajoy, que tira de cantinela popular. La cosa sucede, más o menos, como sigue: Rubalcaba, se supone que aludiendo a la corrupción, amenaza: "Como te dé una miaja de apechusque, la roscas"; Rajoy, algo confuso, se defiende con un socorrido comodín: 'Y tú más'; Rubalcaba remata, recreándose en la suerte: "Sé que cree que entiende lo que pensaba que dije, pero no estoy seguro de que se haya dado cuenta de que lo que escuchó no era lo que yo quería decir". Con el presidente turulato —y la corrupción intacta—, acuden al rescate dos de sus inoperantes salvapatrias, para cubrirse de gloria: una beata con seis millones de parados a sus espaldas dice sentirse "muy moderadamente satisfecha" [sic] con su reforma laboral, mientras que el contable mayor del reino jura por el dios euro que la economía española "va por el buen camino", justo el día en que la contracción anual del PIB se concreta en el 1,4%. Entre (son)risas y lágrimas, apaga uno la tele y lamenta que la portada/esquela que (pre)jubila a Rajoy y a Rubalcaba en el último número de Mongolia no sea más que una boutade.
31.1.13
Amago de apechusque
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29.1.13
Em...Palma...do y con un palmo
Las cosas de palacio van despacio… y en el de la Zarzuela, aún más; pero todo tiene su fin. Cuando más imperdonable nos parecía la eterna desidia de la Familia Real ante los mangoneos de su único (y repudiado) yerno en activo, el Rey ha mandado a la papelera de reciclaje su currículo. El dios padre de la monarquía española ha expulsado (casi) definitivamente del paraíso virtual de la Casa Real —su web— al último de los hijos políticos que le queda, quien tras este destierro cibernético irá derechito al infierno de la orfandad institucional. Ojos que no ven —se rumorea que masculló su majestad (de ustedes) mientras ejecutaba el irreversible borrado—, familia que va tirando. Mas parece harto ridícula la estrategia de mirar para otro lado emprendida hace meses, y refrendada ahora, por un círculo tan estrechamente ligado a los deslices delincuenciales del infante consorte; tanto más ridícula cuanto que ese simbólico —aunque estéril— gesto no se perpetra en función de los desmanes crematísticos del antiguo yernísimo sino tras la revelación de que el chistoso duque de Palma gustaba de autodenominarse como licencioso "duque em…Palma…do". Una vez más, la (des)vergüenza se impone a la honradez en esta península histérica en donde la justicia —siquiera poética— sigue brillando por su ausencia. Al desprecio público por el ínclito exjugador de balonmano se sumó el domingo nuestro postulante a rey: Urdangarín —sin la "Urdangarana"— contempló en primera fila el histórico bicampeonato mundial logrado por sus colegas ante Dinamarca, y allí mismo fue donde su cuñado Felipe dejó con un palmo de narices al empalmado duque, al que no se atrevió a saludar pese a tenerlo a tiro de piedra —con perdón—. Las formas intentan disimular el fondo de la cuestión, pero la justicia y la historia aguardan expectantes. Si yo fuera el príncipe, ya estaría buscándome un currelo.
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27.1.13
Con el debido silencio
El papá del prota de la última novela de Pérez-Reverte solía decir: "Se hizo domador y lo mató un león, alumno suyo". Cuesta imaginarse a Rajoy con los ropajes de Ángel Cristo, y más aún bailando El tango de la Guardia Vieja, pero si continúa por la senda del silencio acabará devorado por su pupilo Bárcenas en el peligroso circo popular de los sobre(entendidos). "¡Qué elocuencia, Mariano, tu mudez! / ¡Qué bien te explicas cuando nada dices! / No te aturullas, no te contradices, / ni un gramo muestras de tu candidez. / Por tu boca no muere nunca el pez. / Al callar, ni mientes ni desdices…" cantaba hace un año El Coplero Feroz; y hoy, como entonces, el presidente no osa contradecir al rapsoda. Rajoy encabeza la interesada estrategia conjunta entre acusador y acusado de dejar desinflarse un globo que quizá no explote nunca. Lo avisó el otro día Iñaki Gabilondo: "Lo peor que puede pasar es lo que me temo que va a pasar: nada". Y amplió su tesis un par de días después Juan Abreu: "España es un país donde los partidos han creado una inmensa red clientelar a la que sustentan y que los sustenta a costa del contribuyente. España es un país donde los partidos gastan billones de euros del contribuyente todos los años en decenas de televisiones, periódicos y radios dedicadas a hacer propaganda a los partidos y a tapar la corrupción de los partidos". El tesorero de la mafia pepera dijo cuando lo trincaron hace tres años: "Yo le debo mucho al partido y el partido me debe mucho a mí"; y ahora sabemos que no hablaba de dinero, sino de silencio. Si todos callan, podrían salvar el pellejo, aunque el país se vaya al garete: "En cualquier momento —remataba Abreu— aparece un tipo en televisión y anuncia: españoles, España ha muerto".
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25.1.13
Un fantasma recorre el PSOE
En El manifiesto comunista de Marx y Engels un fantasma recorría la Europa de 1848: "El fantasma del comunismo"; y no me quiero ni imaginar lo que pensaría el dinámico dúo prusiano al saber que el único nexo que conserva el socialismo español con el marxismo, a día de hoy, es precisamente un fantasma… pero no comunista, sino columnista: un posrevolucionario espectro juntaletras, cuyo "psoedónimo" era Amy Martin, encarnado por una personalidad tan inestable que al momento de escribir estas líneas había mudado las trazas del defenestrado exdirector general de la Fundación Ideas (Carlos Mulas) por las de su polifacética exmujer (Irene Zoe Alameda), que se ha revelado a última hora como la fantasmagórica sabelotodo. La señora de Mulas se muestra encantada de conocerse en un comunicado con el que pretende deshacer el entuerto, aunque no acierta a disimular que la chusca trama es solo una campaña de márquetin para vendernos su próxima novela; eso sí, subvencionada por la factoría socialista que dirigía su marido, quien la había fichado como "global observer", a razón de tres mil euros la broma, para dar cuenta —¡ojo al dato!— "de los reequilibrios y paradojas constantes que se establecen entre lo local y lo global". De Alameda cuentan que escribe, canta y dirige cine, y que farda de bilingüismo, pero en ninguna de esas materias ha superado la intrascendencia. Siendo compasivos, dan ganar de despacharla con el mismo trato que Ortega concedió al políglota Salvador de Madariaga, advirtiéndole que también se puede ser tonto en cinco idiomas. La moraleja de la ridícula fábula es que en la casa socialista mandaban el nepotismo y la mamandurria al tiempo que en el seno popular estallaba el affaire Bárcenas, y que, a este paso, el (¿anhelado?) pacto anticorrupción habrán de firmarlo PSOE y PP en un vis a vis, en el trullo.
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23.1.13
Decorando las consecuencias
Defiende Raúl del Pozo que, ante al moralismo de los fariseos aflorado a la par que la hedionda corruPPción, "no hay que asustarse", porque "fallan las personas, no el sistema". Lo que pasa es que el sistema son las personas y, en el Partido Popular, tan sistema es el avieso Bárcenas como persona la indigesta Cospedal, que de fallar sabe bastante, por cierto. La acongojada bien pagá se ha (auto)erigido en la heroína doméstica de la pepera lucha anticorrupción, pero su endeble estrategia solo resistirá el paso de los días entre sus acólitos genoveses y demás desinformados. Quienes sabemos leer y escuchar, y aún conservamos algo de memoria —estimulada por esa inagotable hemeroteca que es la red de redes, todo hay que decirlo—, recordamos una entrevista emitida hace poco más de un año por Onda Cero, que el resto de los medios sintetizaron bajo este inequívoco titular: "Cospedal pide a Rajoy la restitución de Luis Bárcenas en el Partido Popular". Así que "esta persona" non grata de la que a día de hoy "no consta" nada en la sede popular, fue defendida por la generalísima secretaria de la cosa hasta anteayer, como quien dice. Por eso resulta estomagante escuchar de su boca la sarta de naderías con la que nos viene martilleando en los últimos días. Sería de agradecer que se sincerara de una vez e hiciera suyos, sin demora, los demoledores versos de Jorge Riechmann: "No tenemos afán de ir a las raíces de nada, / pero nos sobra para decorar las consecuencias". Porque eso es (todo) lo que hay, aunque algunos hayan vuelto a caer en la trampa política de buscar soluciones a un problema que ningún pringado pretende resolver: ¿quién se cree que los políticos quieran acabar con la corrupción? ¿Si desaparecen los sobres(ueldos), de qué van a comer sus señorías?
21.1.13
Trazabilidad sobrecogedora
La trazabilidad de los sobres; eso es lo que importa. Mucho más que el cuánto, interesa saber el quién, el cuándo, el dónde y el cómo: todas las uves dobles del periodismo —in english, of course—, una detrás de la otra. Porque uno se malicia que los sobres sin remitente de Bárcenas escondían mucho más que un puñado de machacantes: ocultaban una manera de hacer (y vivir de la) política que venimos sufragando desde antiguo los ingenuos participantes en ese engañabobos que un día nos vendieron como democracia. Y no espera uno que las aclaraciones vengan de aquellos que son juez y parte en el tinglado de los eurofajos, esos que alardean de pulso firme con la boca pequeña mientras esconden, maniatados, su tembleque tras el atril. El canguelo generalizado amenaza con llevarse por delante la (fingida) estabilidad del Partido Popular, pero su mandamás ni se inmuta: incluso uno de sus correligionarios, el ripioso Monsieur de Sans-Foy, ha ilustrado el tancredismo de Rajoy con un insulso cuarteto: "Mariano ni adelanta ni se atrasa, / no cambia de lugar ni de postura. / Ocurra lo que ocurra… no se apura, / no huele, no se nota, no traspasa". Alguien ha insertado un petardo en salva sea la parte del presidente y la mecha arde sin que su señoría se dé por aludida. Lo bochornoso será que, cuando quiera sacárselo de encima, el petardazo le habrá cubierto de mierda hasta las cejas. Debería dejar el asunto en manos del doctor Vara, que se ofrece voluntario para practicar a los corruptos "cirugía sin anestesia". El imprudente exbellotari, veterano devoto de Nuestra Señora de las Sandeces, propone para los sobrecogedores "endurecimiento de penas equivalentes al asesinato": dice que ellos matan "la confianza de los ciudadanos", aunque peor es lo suyo: casi nos mata de la risa.
19.1.13
Hay que matar a B
Produce arcadas enfrentarse hoy a aquel orgulloso comunicado oficial, fechado el 28 de julio de 2009, en el que los peperos babeaban de admiración ante quien fue su tesorero durante casi dos décadas: "El Partido Popular quiere manifestar su reconocimiento a los más de 28 años de servicios de Luis Bárcenas a nuestro partido que han sido ejemplo de profesionalidad y buen hacer". Cuando las inspecciones gürtelianas amenazaban con dejar al aire sus vergüenzas contables, el prestidigitador de los dineros genoveses renunció al tejemaneje pero no a sus réditos: para entonces ya tenía agenciados 22 millones en Suiza —solo la punta de su iceberg patrimonial, según confesión propia— y se había desposado con su secretaria particular. En sus diecinueve años como manirroto administrador hizo gala de una ilimitada generosidad, repartiendo mensualmente sobres a diestro, y solo a diestro, entre los gerifaltes de la cúpula popular: sobresueldos que oscilaban entre los cinco y los quince mil euros, según fuera el grado corruptivo del "sobrecogedor" (Nacho Escolar). Hasta ayer sospechábamos —es un decir— que la financiación de los partidos era (algo más que) irregular; hoy, tras el mayor fraude conocido en democracia, sabemos que es directamente ilegal. Por eso, la ciudadanía se ha plantado en la puerta de la rebautizada CorruPPlandia para decir basta, enarbolando pancartas que corrigen los desesperanzados gritos cotidianos por otro cargado de amarga resignación: "Sí había pan para tanto chorizo" —adoptando la leyenda de una histórica viñeta de Manel Fontdevila—. Desvelado el robo del siglo, ahora sabemos que Hay que matar a B, como en la pelí de Borau; pero no la 'B' de Bárcenas, un simple repartidor de infectos dividendos; la 'B' a extinguir es la contabilidad paralela generalizada a la que van a parar nuestros dineros, la que permite que los estafadores públicos de turno, (mal)llamados políticos, nos sigan robando por encima de nuestras posibilidades.
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17.1.13
Subidón de estupidez
La portada de El Jueves pasado —firmada por el gran Monteys— presentaba a un espídico Rajoy encaramado a un set de platos musicales, en plan Steve Aoki y animando a la peña al grito de "¡Subidooón!". A sus pies, uno de los amuermados fieles de su parroquia se revolvía indignado: "Puto DJ… Siempre pone lo mismo". Alumbrando a los más despistados, un antetítulo ("impuestos, tasas, precios, tarifas…") ponía letra a la música. Una vez más, la única prensa seria que nos va quedando se adelantaba —con cachondeo— a los acontecimientos, pues acabamos de saber que España es el país desarrollado que más ha gravado los impuestos en los últimos treinta y cinco años y, de regalo, el que soporta el mayor esfuerzo impositivo de la Eurozona; todo ello para hacer un pan como unas hostias, porque la recaudación fiscal no para de menguar. Javier Gilsanz, que acaba de recolectar los ultimísimos datos de nuestro presente socioeconómico, sostiene que "salarios chinos e inflación alemana no nos hacen más competitivos sino más pobres"; y el Banco Mundial ha alertado, a quien corresponda, de los riesgos de la austeridad, rebajando sus previsiones de crecimiento. Pese a todo, Marianico 'el Corto' lució ayer palmito en el Financial Times, barruntando que 2014 será el año del despegue económico y la creación de empleo, y urgiendo a la Merkel a recomponer lo que él desbarata. Con los periódicos por delante, un tiento al raído bolsillo y una ojeada al irrefrenable descenso en la valoración del gabinete gubernamental, no queda sino constatar que el presidente y sus asesores crematísticos andan empeñados en hacer buena la tesis de Carlo Maria Cipolla, el gran teórico de la estupidez, que atribuía esta dudosa cualidad a las personas que causan daño a otras sin obtener ganancia alguna, o, en el peor de los casos, provocándose algún daño propio en el proceso.
15.1.13
Revolving mamandurrias
Du yu spikinglis? Pues ni puta falta que (te) hace, porque ya tenemos suficiente con la brasa que nos están dando los anglosabelotodo patrios, que de un tiempo a esta parte se han compinchado para demostrar que lo del nivel medio oral y escrito curricular era cierto. Por gentileza de estos infrautilizados hooligans de la Pérfida Albión, ahora sabemos que la traducción al cristiano de "revolving door" no es 'revolviendo puerta' —como pudiera parecer— sino 'puerta giratoria', y que esa es la gráfica expresión que los anglosajones emplean para denunciar los viajes de ida y vuelta que se pegan los gestores de la cosa pública y la privada a nuestra costa. En España deberíamos adoptarla como sinónimo de 'acomodo' y aceptarla como consecuencia inevitable de algo tan arraigado como el tráfico de influencias. Mientras legiones de lumbreras malgastan el tiempo pensando (y repensando) la izquierda, en esto —como en casi todo— la derecha va al grano: desde que Aznar privatizara medio país para repartirlo entre sus compañeros de pupitre, hasta hoy, cuesta encontrar un potentado pepero cuyo agradecido estómago no se halle generosamente abastecido por algún (des)interesado benefactor. La última en subirse al abarrotado carro de la mamandurria ha sido la reina del escaqueo funcionarial, Esperanza Aguirre, que se ha deshecho de sus prejuicios anticatalanistas —previo pago de su importe— para asesorar a una empresa de cazatalentos que, con su fichaje, evidencia un alarmante mal olfato para el asunto. La condesa (consorte) de Murillo pone así un punto y seguido en la (intra)historia de esta (in)sana costumbre, excluida de los estatutos del PP pero muy extendida entre su parroquia, cuyo (pen)último capítulo fue protagonizado hace unos días por Rodrigo Rato y su colocación en Telefónica. Eso sí, no serán sus aventajados alumnos (seudo)socialistas quienes puedan afearle la conducta: de Felipe abajo, calladitos estarán más guapos.
13.1.13
El último clic
Enrique Meneses pasó la vida, mientras pudo, como El viajero de Juan Bonilla: "Viajando de un lugar que ya no existe / a otro que jamás existirá". Su menú periodístico seguía a rajatabla la Dieta lingüística recetada por Juan Vicente Piqueras: "Use cada día verbos de movimiento. / Evite los pronombres reflexivos. / No hable entre comillas". Ejerciendo de hijo de periodistas, el bebé Meneses vino con una Underwood debajo del brazo y abrió antes el obturador de una Rolleiflex que sus propios ojos. Desde chaval fue consciente de algo que Umbral tardaría mucho tiempo en certificar: que "el articulismo supone sacrificar la verdad a la actualidad", por lo que eligió el fotoperiodismo como profesión y el reportaje como género. En lo suyo fue un maestro, y pocos colegas podrían exhibir un currículo como retratista de la revolución cubana, relator de las muertes de Manolete o Kennedy, fotógrafo para Life o Paris Match y supervisor del Playboy español, para que la España del destape no se empachara de destetes; y todo ello sin haber pisado nunca una rueda de prensa. Unos años antes de morir reunió sus aventuras en un tocho titulado con querencia epitáfica Hasta aquí hemos llegado, y cuentan que la lectura de esas memorias hizo exclamar a Fraga: "¡Hay que ver lo que ha bebido y follado en su vida usted!". En efecto, este madrileño de mundo tenía alma de carrete y sangre de tinta y güisqui, amén de una afinada puntería para escupir las palabras. Para llegar hasta el belicoso Canal de Suez en 1956, tomó un taxi en El Cairo y, en lugar de una dirección, le largó al chófer una sinécdoque: "Lléveme a la guerra". De allí solo regresó para seguir luchando en la batalla doméstica hasta que su bombona de oxígeno dijo basta, hace ahora una semana… que parece una eternidad.
11.1.13
Un detallazo catalán
Anda estos días la prensa nacional algo azorada por el inopinado arrepentimiento de la banda de unionistas catalanes que ha devuelto al fisco parte de lo birlado hace algunos lustros, para librarse del talego. Se escandalizan los españolistas macarras de la moral, aparentando haberse caído de un guindo tal que ahora, pero, en un país en el que el trinque político es el deporte nacional, su enésima estratagema no cuela. No hace falta ser tocayo del toro que mató a Paquirri para sentirse agraviado por los mensajes de los juntaletras guerracivilistas, acérrimos defensores de la divergència i la desunió. Verbigracia, el exiliado Pablo Sebastián, desde su República de las ideas: "Es verdad que, en esto de la corrupción, en todas partes cuecen habas —ahí está Baltar, como asunto reciente—, pero en el caso del nacionalismo catalán lleva añadido el marchamo independentista lo que hace mucho mas grave la situación". Así que era eso: un ladrón catalán es mucho más peligroso que un intrigante cordobés. ¡Dónde va a parar! En una de las mejores tragicomedias del siglo XX, Albert Camus puso en boca del emperador Calígula una lapidaria advertencia (cito de memoria): "Gobernar es robar: eso lo sabe todo el mundo. Pero hay maneras y maneras: yo pienso hacerlo descaradamente"; advertencia que los políticos españoles, siempre tan leídos, convirtieron de inmediato en su credo espiritual, al que se han aplicado con unánime devoción hasta hoy. Por eso produce escozor intelectual escuchar a la Cospedal balbucir que "en política hay que ser coherente y no actuar con frivolidad" en nombre de un partido corrompido hasta las trancas; despreciando, de paso, el ejemplar "detallazo" de los admirables trileros catalanes, que solo han devuelto una trigésima parte de lo sustraído porque —como apunta Enric González— "una cosa es tener un gesto y otra ser tonto".
9.1.13
La patrulla X
"Política es ventriloquía", eso lo sabe cualquiera, pero cuesta encajar la hostia que (nos) atiza César Losada desde La industria del placer ampliando dicha tesis. "Manos que mueven muñecos, bocas que se sincronizan con discursos pronunciados por voces ajenas, ficción colectiva". Le sobra razón a este "nuevo inquilino" del pensamiento posmoderno, pero sus argumentos nos sientan como una patada en los mismísimos. Según Losada, los políticos "no pueden ser desenmascarados, pues su esencia misma es la de máscara de un cuerpo sin sustancia […]: detrás del atrezzo se esconden otros agentes de poder, fundamentalmente el capital". Primero, una de cal. "Pero… ¿quién es el capital? ¿Son acaso los grupos industriales o financieros? El capital somos nosotros, el único ser propio de esa nada que es el dinero". Y luego, otra de arena. "Produce vértigo reconocer la culpa de que los males políticos son resultado de nuestras acciones". Así que las diatribas lanzadas hasta hoy se vuelven en nuestra contra, como un bumerán: "Toda la vida investigando la conspiración secreta, buscando a la mano negra, el poder en la sombra, la mano que mece la cuna… y detrás de la última puerta, solo una presencia: desde el principio, el ventrílocuo eras tú". Y el dolor es doble, pues cuesta asimilar que uno sea el malo de la película y, además, tenga las trazas de José Luis Moreno. Pero es lo que hay. Y al show se suma, desde ayer, el Partido X, que se presenta sin máscara, pero también sin rostro —sin ideología—, con el objetivo de "resetear el sistema" y "recuperar la democracia". Esta patrulla X doméstica y huidiza no pide voto ni confianza, pero llega con vocación mayoritaria para desalojar del Parlamento a los mandamases actuales. Y el ventrílocuo que habita en mí no ve el momento de meterle (la) mano.
7.1.13
Una tontería en el coco
La charla entre compañeros de quinta que mantuvieron el Rey y el periodista Hermida la otra noche por ver cuál de los dos la tiene más larga se hizo corta. Lo tiene escrito Andrés Neuman: "Lo breve calla a tiempo, lo corto antes de tiempo"; lo cual que la (no) entrevista a su majestad (de ustedes) no fue breve —pese a durar poco más de un cuarto de hora— sino corta, porque el monarca de turno calló mucho antes de que le pudieran ser formuladas las demandas reales de sus súbditos. Arturo González planteó algunas, a toro pasado: "Señor, usted reina, pero no gobierna. ¿Eso qué quiere decir? ¿No se siente una figura decorativa?"; o esta otra: "Majestad, ¿cree que es mejor para revalorizar su cometido y figura una entrevista amable y complaciente o una exigente y comprometida?". La respuesta a esta última cuestión la ha dado esa entelequia que llamamos opinión pública: la imagen del Rey, en particular, y de la monarquía, en general, cae en picado, antes y después de la infructuosa operación Zarzuela que sus asesores comunicacionales han ejecutado en las últimas semanas. Porque los españoles sabemos que tenemos un soberano díscolo y lo que de verdad nos gustaría es que la manoseada campechanía borbónica se tradujera algún día en sinceridad real; que el ciudadano Juan Carlos afrontara sus vicios (y virtudes) como el genial Mágico González asumía su kamikaze práctica del fútbol en el Cádiz: "Sé que soy un irresponsable y un mal profesional, y puede que esté desaprovechando la oportunidad de mi vida"; que el cascado regente rematara la faena parafraseando al noctámbulo mago del balón salvadoreño: "Lo sé, pero tengo una tontería en el coco: no me gusta tomarme el reinado como un trabajo. Si lo hiciera, no sería yo. Solo reino por divertirme".
5.1.13
El patio de Monipodio
Kissinger, que tanto se equivocó cuando (mal)vivía cegado por su omnipotencia imperialista, erró también el tiro con una cínica observación sobre su gremio: "Los políticos corruptos hacen que el otro diez por ciento de políticos sea mal visto por la población". Lo cierto es que en este patio de Monipodio, donde maldita la gracia que nos hace el humorismo yanqui, son ese noventa por ciento de políticos enviciados y sus dos principales debilidades —la corrupción y el fraude— los que están muy mal mirados por una clientela a la que solo hay otro asunto que le desvele aún más: el ruinoso estado de sus cuentas corrientes, según nos ha chivado el último barómetro del CIS; y eso que el sociológico cuestionario se cocinó en la primera quincena de diciembre, cuando aún no se había divulgado el desalentador balance de fin de año que alzaba a trescientos la cifra de políticos españoles imputados por corruptelas varias. Aunque la cantidad de carguillos entregados al mangoneo es mucho más abultada, pues a ella habría que sumar, por no dar rodeos, a los sesenta y tres diputados —incluidos el presidente Rajoy y cuatro de sus ministros— denunciados ayer por malversación de fondos públicos y apropiación indebida ante el Tribunal Supremo, que llevan varios meses cobrando dietas duplicadas pese a disponer de vivienda habitual en Madrid; o al cacique gallego que la Fiscalía orensana acaba de empurar por prevaricación, José Luis Baltar: el mismo que hizo del enchufismo una abusiva rutina, de los tratos de favor una afición desmedida y de los pucherazos electorales un arte; el mismo que llegó a la Diputación de Orense con lo puesto y salió de ella, veintidós años después, con propiedades multiplicadas y un centenar de bugas de colección; el mismo del que Rajoy dijo en 2009: "Baltar es el PP". O sea.
3.1.13
Con Franco se vivía mejor
Los monclovitas interinos deberían darse un garbeo, de cuando en cuando, por el blog del momento: un "diccionario para entender a los humanos" que va anotando diariamente el poeta Josean Blanco bajo el alias de su más rabiosa encarnación, Perroantonio. En uno de sus irónicos bocados he hallado una (muy) seria definición de España: "Nación de nacioncitas unida a África por el Estrecho de Gibraltar y separada de Europa por los Pirineos, la Revolución Industrial y la Ilustración". El mendaz Rajoy y el leguleyo Gallardón deberían aprendérsela de memoria, ahora que han decidido que lo que nos une es lo que nos separa y parecen haberse propuesto perseguir de oficio a los ciudadanos que, de buena fe, socorran a los sin papeles. Cuando creíamos haber descubierto (casi) todas las vergüenzas del Gobierno derechón, nos sobresalta comprobar que en sus miembros más retrógrados resucita el virus de la xenofobia, que anidó en sus entrañas en tiempos de Maricastaña y allí se hizo fuerte. Denuncia la plataforma ciudadana Salvemos la Hospitalidad que, según el nuevo artículo 318 bis del anteproyecto de reforma del Código Penal que acaban de presentar las hordas genovesas, "las personas o instituciones que apoyen, ayuden o acojan en sus domicilios de forma altruista a las personas extranjeras en situación irregular que transiten por España serán consideradas criminales: detenidas, juzgadas y, en su caso, condenadas a hasta dos años de cárcel". Será por eso que el más popular de los racistas populares, el alcalde badalonés García Albiol, se ha bajado al moro ataviado con túnica y turbante: para llevar la buena nueva a la tierra de los infieles y pedirles que permanezcan al otro lado del Estrecho; para advertirles que no merece la pena cruzar el mare nostrum para descubrir que, en España, con Franco se vivía mejor.
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1.1.13
Mayoría absoluta
Si los actuales gerifaltes de la patria se agenciaran como asesores a individuos leídos y capaces, y no a ese indocumentado rebaño que carece de graduado escolar, sabrían que hace ya casi tres siglos que Stendhal advirtió a sus predecesores en una novela inconclusa (Lucien Leuwen): "Hay necesidad de muchos soldados para contener a los obreros y a los republicanos". Si Rajoy estuviera rodeado de consejeros lúcidos, jamás se hubiera atrevido a mentar la "mayoría silenciosa". Y si nuestra monarquía parlamentaria quisiera disimular su absolutismo, su majestad (de ustedes) debería desechar su inviolabilidad y encarar las consecuencias de sus deslices haciendo honor al artículo 14 de la Constitución: "Los españoles son iguales ante la ley". Pero en España, un país violentamente enfrentado con el progreso desde antiguo, los mandamases pasan por el tiempo sin que el tiempo pase por ellos. Por eso los maltratados obreros y los hastiados republicanos han dicho basta y, más allá de la bandera con la que cada cual se guarde del frío ideológico, lo innegable es que la ciudadanía posmoderna se ha vuelto irreversiblemente contestataria; la crisis como coartada y la herencia recibida como parapeto no han servido a nuestros gobernantes para evitar la protesta unánime en la calle. Por primera vez en nuestra historia reciente, maestros, alumnos y padres, galenos y pacientes, currantes públicos y privados, sufridores sin "discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social", se han puesto de acuerdo para plantar cara al abuso político; para recordar, como hacía recientemente Antonio Estella, que "el sentido original de la palabra democracia significa 'el gobierno del pueblo', no el gobierno por el pueblo, y ni siquiera el gobierno para el pueblo"; para evidenciar que los abstencionistas y los desencantados somos, a día de hoy, mayoría absoluta… y no precisamente silenciosa.
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