La crudeza de la resaca del último barómetro del CIS nos ha sobrevenido como el amargo despertar tras una curda de absenta, una vez evaporadas las líricas alucinaciones. Los porcentajes que arroja el sociológico artefacto son tan (desgraciadamente) crueles con nuestros representantes públicos que dan lástima. Sostiene Rodrigo Fresán que "los políticos españoles son hoy seres en desanimación suspendida. Inverosímiles, leyendas tontas, mentirosos y pinochos que se la pasan tocándote las narices y machacándote el cerebro. Como zombis lentos y descerebrados que dicen siempre lo mismo para ver si se lo creen y se los cree". El enciclopédico escritor argentino retrata a nuestros mandamases bajo el prisma de una desesperanzada visión (super)pop: "Pero no. Son increíbles. Estos y aquellos y esos de más allá también, no hay opciones: todo apesta, todos apestan, y parecen haber alcanzado, triunfalmente, su derrotada fecha de vencimiento". Algo que parece irrebatible, porque el (nonato pero necesario) partido abstencionista ganaría una vez más las elecciones, según la intención directa de voto, superando a las fuerzas vivas, que van derechitas al abismo de la insuficiencia. Aunque lo más desolador del boletín de notas del CIS viene referido con nombres y apellidos: el opositor Rubalcaba suspende con un 3,4 (sobre 10) en la contundente valoración del respetable, algo que aún le basta para erigirse como el más listo de una clase de alumnos poco aplicados formada por el Gobierno en pleno. La pandilla de ministros populares, con el repelente Rajoy al frente, se mueve entre calificaciones muy deficientes, lo que ha forzado a la prensa (pretendidamente) seria a echar mano de la retórica rumorología deportiva: en el mercado de invierno aparecen como transferibles Mato y Montoro —por su (presunto) pasteleo con la corrupción—, aunque los tuercebotas Wert, Báñez y De Guindos también están en el disparadero. Yo despediría antes al entrenador. Y cambiaría las reglas del juego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario