8.3.13

¿Por qué no nos callamos?

Muere Chávez y se sucede el chorreo mediático en torno a su figura: ¿El caudillo se calla? ¿Ya era leyenda en vida y ha alcanzado definitivamente la categoría de mito? ¿Los tiranos, siempre que sean de izquierdas, gustan mucho? ¿Parecido a Hitler, Stalin y Mao? ¿El último gran caudillo fascista de la Historia? ¿El jefe de Estado más difamado en el mundo? ¿Un autócrata? ¿El paradigma perfecto de la malversación de la política? ¿Combatiente de la pobreza y revolucionario de la paz? ¿Payaso? ¿Un presidente elegido democráticamente en tres ocasiones? ¿Dictador golpista? ¿El líder peor valorado por los españoles? ¿Berlusconi bolivariano? ¿Sin ideología claramente definida? ¿Gorila rojo? ¿Pura dignidad? ¿El último libertador de América? ¿Un hombre insignificante y ridículo? ¿El sillón de Bolívar queda vacante? ¿Cerca de Perón, lejos del Che? ¿Un repaso objetivo a su largo período de gobierno debe dar cuenta de la reducción de la pobreza y la desigualdad operada en estos años? ¿Después de sus catorce años de poder no han desaparecido los grandes males que aquejan al pueblo venezolano? ¿No se le perdona su apuesta clara y nítida por una democratización sustancial del poder económico, mediático y político? Todo son interrogantes para mí pero todo son certezas publicadas por mis colegas españoles. Muere el presidente de Venezuela y al exótico acontecimiento le aplicamos el filtro de nuestro congénito guerracivilismo, como si fuese un asunto propio: hay que alistarse en uno de los dos bandos —panegírico o diatriba, no queda otra opción— y liarse a garrotazos, como los duelistas de Goya. Y luego hacemos como que nos duele en el alma que nuestros paisanos nos señalen como el gremio peor valorado, junto a los jueces. De seguir así la cosa, lo que harán nuestros lectores será resucitar el espíritu del finado y espetarnos a la cara por qué no nos callamos.

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