Por mucho que el tontolaba de Floriano siga dando la barrila con la infumable cantinela de que hay abierta una "causa general" contra el PP —cacareando el argumentario suministrado por el jefe de prensa oficioso de su partido, Paco Marhuenda—, lo cierto y verdad es que el asunto de Bárcenas y sus asuntillos —valga la redundancia— se está descubriendo como un "pozo sin fondo", según ha titulado el ABC haciendo gala de una inusual coña marinera: compraventa dorada, marchantismo ilustrado, billetes viajeros, declaraciones a devolver, millones a cascoporro, rutinas deluxe… De todo hubo en la viña del señor que manejaba el cotarro de los dineros. Al sibarita Bárcenas se lo imagina uno, tanto en las duras como en las maduras, recitando a Churchill frente al espejo: "No podría vivir sin el champán. En la victoria me lo merezco; en la derrota, lo necesito". Además, tengo para mí que el bon vivant genovés aún anda luciendo pescuezo por las cumbres capitalinas porque es de esos que piensa que "el dinero es el boletín de notas de la vida", como reza una antológica viñeta recopilada en El dinero en The New Yorker. Pero, aunque el antiguo contable de la famiglia pepera merezca matrícula de honor por su destreza matemática, su expediente vital retrata al mayor suspenso de nuestra joven democracia: un pitagorín que, más pronto que tarde, lo único que podrá contar serán los días que le queden para volver a ser libre. Por eso, al mamarracho Floriano le convendría saber que la única causa general habida en la patria que se apellidó una, grande y libre, fue la instruida por sus abuelos políticos sobre lo que ellos mismos denominaron "la dominación roja"; mas no creo que el papagayo mangurrino que nos cuesta muchísimo más de lo que vale conozca el alcance de las consecuencias de aquel proceso.
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