Hace tres semanas fue la Comisión Europea la que nos leyó la cartilla y ahora le ha tocado el turno al Fondo Monetario Internacional, mas poco importa el remitente cuando las advertencias enviadas a nuestra nunca bien ponderada península histérica son idénticas: 'Sí, pero no', han venido a decir los insaciables vampiros supranacionales en un escueto mensaje donde el 'sí' equivale a una palmadita en la espalda —efecto lubricante— y el 'no', a todo lo demás —"te la meto doblá", que cantaría el chirigotero 'Selu' de Cai—. Resumiendo la cháchara tecnócrata, por ahorrar esfuerzos al (improbable) lector: dos de las tres patas de la maldita troika de los dineros se han aliado para azuzar a los cachorros de Rajoy para que continúen apretando pero sin ahogar a sus presas o, en el peor de los supuestos, para que ahoguen sin que se note demasiado. O sea, leña al mono democrático, que para eso están las mayorías absolutas. Aunque, por más que el eco gubernamental repita hasta la saciedad que ya se vislumbran en el horizonte los brotes verdes, lo cierto es que, desde que la cándida Elena Salgado los barruntara años ha, los únicos brotes verdes que han visto estos ojitos son los de mi mala hierba jardinera. Lo refería con una ilustrativa anécdota David Gistau en su dietario: a las puertas del Congreso, ayer se le escapó a un policía: "Ay, si los detectores fueran de mentiras…". En fin, que ante quienes nos chulean desde las alturas no caben medias tintas: o seguimos jugando al engañabobos con inútiles pactos al estilo de los de Cánovas y Sagasta o desentrañamos toda la mala leche acumulada secundando a Sánchez-Gordillo ("Que la Europa de los mercaderes se vaya al coño de su puta madre"). De momento, Rajoy y Rubalcaba han optado por jugar a la Restauración.
Si importa el remitente, como no va a importar, máxime si son tres y muy poderosos los que leen la cartilla, no a nosotros si no a los que usurpan el poder de la ciudadanía con métodos que devienen criminales, dicho esto, es fácil colegir que se ha dado puerta a la democracia. De nosotros depende no dejar que nos chuleen.
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