17.4.13

El capital erótico

Cuando la concejala yebenera se desenlazó de la collera de yeguas que trotan por la política provinciana para cabalgar sobre sí misma como regalo audiovisual para un amante furtivo, las cercas del porvenir se le cerraron para siempre. La lozana manchega cometió el pecado de registrar sus alardes digitales en vídeo y la propagación viral del deleite se convirtió en su penitencia: la dictadura del populacho la sentenció a escarnio perpetuo al tiempo que el postureo progresista sacaba la cara por ella; pero el daño ya estaba hecho. Asqueada de las lenguas de vecindona, clavó el punto final a su currículo político y se dispuso a gestionar con provecho lo que Catherine Hakim ha llamado el "capital erótico". Su primer paso fue alistarse en el pelotón de seudofamosos a quienes les ha dado por tirarse a la piscina televisiva previo pago de su importe pero, mientras los otros le echaban arrestos al asunto para encaramarse a la plataforma y darse de barrigazos, la ínclita Hormigos escalaba a bombo y platillo hasta el trampolín de la fama, desde donde se ha lanzado esta semana dibujando un salto mortal de necesidad y perdiendo el bañador por el camino. Porque el último hito en el fugaz discurrir de la exedila toledana por el estrellato ha sido el despelote en la fachada del Interviú, donde se ha lucido enfundada en unas bragas de mercadillo con la esperanza de erigirse en la musa cutre del hedonismo patrio. A la casada infiel le han llegado los ecos de la transparencia política y los ha encarado por la vía de la literalidad, autoproclamándose como la posmoderna libertad guiando al pueblo, que para su desgracia no tendrá un Delacroix que la inmortalice. Quedará, en cambio, empapelada como el barato pasatiempo de la España verderona, antes de honrar definitivamente al estigma que arrastra desde la pila bautismal: el Olvido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario