11.4.13

Ciencia con conciencia

Alguien ha recordado, a propósito de la muerte de José Luis Sampedro, una atinada certidumbre rabelaisiana que bien podría hacer las veces de epitafio: "La ciencia sin conciencia no es sino la ruina del alma"; porque se ha retirado a descansar eternamente un hombre, algo que no sucede todos los días aunque las necrológicas parezcan certificar lo contrario; un hombre que "había envejecido con absoluta lucidez y ajeno a la dichosa vanidad, prudente y humilde, como si temiese que le echasen en cara su longevidad en este mundo banal y trepidante en el que son muchos los que razonan sin haber pensado y eructan sin haber comido", como ha subrayado con razón Alvite; un hombre que huyó de los fanatismos porque de joven guerreó desde los dos bandos y con ello quedó vacunado para los restos; un hombre que enseñó economía a varios contables mayores (ministros, analistas, profesores) y legiones de domésticos tesoreros (el pueblo); un hombre cuya sonriente narrativa se convirtió en lectura obligatoria de una época en la que la educación pública aún sabía lo que se hacía; un hombre que se subió a tiempo al carro de la indignación generalizada para azuzar las conciencias socialadormecidas; un hombre, en fin, que dejó una síntesis de nuestro zeitgeist para enmarcar: "¿Democracia? Es verdad que el pueblo vota y eso sirve para etiquetar el sistema, falsamente, como democrático, pero la mayoría acude a las urnas o se abstiene sin la previa información objetiva y la consiguiente reflexión crítica, propia de todo verdadero ciudadano movido por el interés común. Esos votos condicionados por la presión mediática y las campañas electorales, sirven al poder dominante para dar la impresión de que se somete al veredicto de la voluntad popular expresada libremente en las urnas. En ocasiones, como se ha visto, sirven incluso para avalar la corrupción. Se confunde a la gente ofreciéndole libertad de expresión al tiempo que se le escamotea la libertad de pensamiento".

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