7.5.13

El nuevo (viejo) socialismo

Porque "vivir es ver volver" —como decía Azorín— resulta menos sorpresiva la fulgurante resurrección del socialismo rubalcabiano: en política todo vuelve; y lo hace sobrado de motivos si aún no se había ido del todo. Rubalcaba, que lleva meses haciendo oídos sordos a los cenizos demoscópicos, interiorizó de pequeño el adagio de papá Gramsci que advierte que "una verdadera crisis histórica ocurre cuando hay algo que está muriendo pero no termina de morir y al mismo tiempo hay algo que está naciendo pero tampoco termina de nacer"; pero el pertinaz segundón tiene para sí que la verdadera crisis es la que está carcomiendo al absolutismo pepero y no la que los sans-culottes del puño y la rosa avivan desde la rue Ferraz. Así que, haciendo buena la apócrifa cantinela donjuanesca ("Los muertos que vos matáis gozan de muy buena salud"), el PSOE lanzó el pasado fin de semana un órdago a sus enterradores poniendo sobre la mesa del presente un conjunto de propuestas para reactivar la economía y combatir el desempleo: un refrito que mezcla a Roosevelt con la Merkel y a Obama con el FMI pero que abre una vía de esperanza a una ciudadanía con la "confianza lastimada" (Juan Gelman dixit); seis estratégicos aldabonazos económicos para poner en práctica aquello que sugería Ignacio Ramonet en una reciente entrevista: "Hay que volver al sentido común, a un keynesianismo razonable: tanto Estado como sea necesario y tanto mercado como sea indispensable". Total, que lo que proponen Rubalcaba y su claque, casi sin pretenderlo, es volver a los orígenes del socialismo: redistribuir la riqueza —aunque esta vez sea prestada— por medio del Estado; o sea, lo que apuntó Jabois a su manera: "El PSOE no necesita ideas nuevas sino viejas, que son las de sus intelectuales que se le han ido bajando del caballo por rabia, frustración o aburrimiento".

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