Refiere la primera acepción del Diccionario de la Real Academia Española que el 'sainete' es una "pieza dramática jocosa en un acto, de carácter popular, que se representaba como intermedio de una función o al final". Verbigracia: lo de Blesa. Porque el grotesco metisaca carcelario perpetrado por nuestra justicia para con el expresidente de Caja Madrid habría dado mucho de sí en manos de Arniches o los Álvarez Quintero, aunque relatado por los apesebrados cronistas del presente, maldita la gracia. El numerito con pernoctación en el trullo no ha supuesto más que un paréntesis disuasorio estratégicamente escenificado en medio de lo que podríamos intitular, con permiso de Daniel Monzón y su olvidable largometraje homónimo, El robo más grande jamás contado: la película —inconclusa, para nuestra desventura— en la que unos insufribles banksters de andar por casa hicieron saltar la banca española asaltando a los ciudadanos, con la entusiasta connivencia de una kilométrica recua de paniaguados secundarios de la política y el sindicalismo; los mismos que ahora, perpetuando esa lógica perversa que impera en las cadenas de favores estratosféricas, se las componen como buenamente pueden para evitar ser ajusticiados. El caso es que Miguel Blesa fue durante algún tiempo el insoslayable farallón del rocoso gremio que implantó en España la dolce vita. Sus amistades peligrosas lo arrastraron al magnético microcosmos del money, money —fue compañero de pupitre de Aznar—, pero esas mismas malas compañías han terminado vedando su plácido retiro. Sus préstamos a espuertas y su querencia por la mamandurria están siendo escudriñados y ya le han costado un disgusto más dos millones y medio de fianza. Con todo, se nos antoja poco castigo para uno de los estrellones del desfalco nacional, cuyas tropelías nos salen, de momento, a cuarenta mil millones del ala. Sirva, al menos, como apercibimiento para sus pringados colegas, que son ciento y la madre.
Te leo y te sigo con creciente interés. Un cordial saludo.
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