20.11.12

Venganza post mortem

Le leí no hace mucho a Patricio Pron que un monumento es "una forma de perpetuar en la memoria algo que nunca recordarías si no te obligaran a ello", y de inmediato se me vino a las mientes el Valle de los Caídos, paradigma de la infamia de aquella España que no fue una ni grande ni libre y lugar de peregrinación para quienes, aún hoy, alardean del patriótico placer que les provoca hurgar en la sangrante herida causada por el franquismo. El horrible armatoste ideado por el generalísimo de nuestros ejércitos para perpetuar su "gloriosa Cruzada" fue levantado a fuer de pisotear la dignidad de decenas de miles de presos del Régimen, cuyos restos yacen ignorando qué sea eso del eterno descanso al lado de los de sus ínclitos castigadores, Franco y José Antonio, que fueron a morir, con treinta y nueve años de diferencia, un fraternal 20 de noviembre. El conciliador Zapatero abortó su segundo mandato en fecha tan señalada, incumpliendo una de las máximas de su ineficaz ley de memoria histórica: dejando pendiente la separación definitiva de víctimas y verdugos. Y el subsecuente Gobierno popular ya ha dicho que ve "difícil" ejecutar esta demanda social mayoritaria. Mas lo que Dios unió, y el hombre no se atreve a separar, va a sepultarlo la naturaleza, echando por tierra aquel pomposo discurso del papa Juan XXIII: "Yérguese airoso en una de las cumbres de la sierra de Guadarrama […] el signo de la Cruz Redentora, como hito hacia el cielo". Un estudio científico informa que las estereotómicas esculturas pergeñadas con "un popurrí incompatible de geomateriales de construcción" por mi paisano Juan de Ávalos para rematar el desaguisado se pudren por dentro. Y yo quiero pensar que esa es la venganza post mortem de un artista republicano y socialista secuestrado por la dictadura.

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