26.12.12

Bla, bla, bla real

Ya avisó el proverbial Machado cuando el apocalipsis doméstico del 36: "Españolito que vienes / al mundo te guarde Dios". No añadió al rey como celador patrio porque España atravesaba entonces un oasis republicano que, por desgracia, la dictadura redujo a espejismo. Sin embargo, hoy nos toca sufrir a un monarca (auto)erigido en garante de un puñado de valores con los que su majestad (de ustedes) no comulga, pero que cada Nochebuena hace tragar a sus súbditos cual ruedas de molino. Baudelaire dejó escrito que "Dios es el único ser que, para gobernar, no necesita existir", y ahora sabemos que el Rey de España es el único gobernante que, para existir, no necesita ejercer. Le basta con mostrar una vez al año por televisión su decadencia —física y moral— para justificar ante su feligresía la paga vitalicia que le tenemos asignada; entre tanto, se le van los otros trescientos sesenta y cuatro días en hacer gala de su inviolabilidad, ese alto concepto que yo entiendo como el derecho a dar por culo sin ser dado; porque en eso consiste el despreocupado ejercicio de la monarquía, una rancia forma de gobierno que se adelantó varias centurias al inefable Monti en su deseo de detentar el poder sin someterse a la elección popular. Con todo, en este annus horribilis para su irreal familia, (don) Juan Carlos nos ha vuelto a tocar los borbones con su navideño bla, bla, bla discursivo, que ha largado recostado de media cacharela sobre su escritorio, con más mala cara que una peseta oxidada. Esta vez ha pedido "respeto mutuo" y "lealtad recíproca", lo cual me deja mucho más que tranquilo, pues así se emparejan nuestras fuerzas: mi lealtad y mi respeto hacia lo que él representa son idénticos a los que siente él por lo que yo soy. No sé si me explico.

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