Escucho estos días a Nacho Vegas con celo: por obligaciones profesionales pero disfrutando cada estrofa y cada melodía de un (im)pagable lujo a mi alcance. Disfrutando, he escrito más arriba; y asustándome, añado aquí. Hará poco más de un año, el cantautor asturiano ponía al día la canción protesta con una de sus habituales letanías: el demoledor artefacto llevaba por título Cómo hacer crac y, en sus poco menos de cinco minutos, hermanaba de manera insuperable la más cruda realidad con la más deseable de las ucronías. Asustándome, he escrito más arriba, y ahora se entenderá el porqué: "Te informan de que han desarticulado / a la cúpula de la CEOE". Lo escucho, y lo vuelvo a escuchar, y digo para mis adentros que la voz que escapa de mis JBL pertenece, además de al juglar más hondamente lírico y filosófico de nuestra península histérica, a un jodido profeta, a un posmoderno jinete del apocalipsis. En esto me entretengo cuando Vegas canta: "Y una niña susurra a tu oído / que han desahuciado a la familia Botín". Y me digo que no, que no puede ser, que nunca sucederá tal cosa; pero, en medio de tanta pesadilla, el sueño no me lo quita nadie. Lo que pasa es que la letanía avanza, y la ucronía se confunde cada vez más (y mejor) con la historia real: "Y en la calle se hace un gran silencio, / pero si escuchas bien oirás un crac. / En toda España solo suena un crac. / En occidente solo se oye un crac”. Un estribillo heterodoxo que ya no abandonará la dolorosa onomatopeya hasta el final. Le doy, una vez más, al play; me detengo (y me recreo) en una ambigua certidumbre: "Solo habrá un nuevo principio / una vez consumado el fin". Y el susto se queda conmigo.
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